En Tlajomulco de Zúñiga en Jalisco, estalló una bomba como las que se utilizan en Ucrania. Toluca se sumó a las ciudades altamente peligrosas con muertos colgados de los puentes y cabezas humanas en las calles. En municipios de diversas entidades como Celaya, La Ruana, casi todo Guerrero, Michoacán, Morelos o San Luis Potosí, Reynosa y en la Ciudad de México: Iztapalapa, los barrios del centro de la ciudad, Tlalpan, Azcapotzalco, la bomba de la delincuencia explotó. El crimen organizado les ha llevado la muerte y visibilizado entre la sociedad la ineficiencia de las autoridades que están paralizadas frente a la realidad del crimen organizado en sus comunidades.
Se trata de terrorismo, cuando se están utilizando armas que se manejan en la guerra y en los ataques terroristas: armas de calibre mayor, granadas, drones, bombas. Por favor, Señor Presidente López Obrador, quítese la venda de los ojos y cambie los términos de los acuerdos de “abrazos, no balazos”. El terrorismo de los grupos criminales es un hecho. Quien manda en este país es la delincuencia. Estos grupos se adueñaron ya de la mayoría del territorio nacional.
Somos un narco estado, lo declara la DEA, organismo especializado de EUA en el tema y algunos de sus senadores. Si producimos, transportamos y vendemos drogas letales que dañan y matan indiscriminadamente, sobre todo a los jóvenes y le compramos a los Estados Unidos armas con fines delictivos, estamos hablando de terrorismo.
El manejo de drogas en México es ya una industria cuyos recursos forman parte del PIB, Producto Interno Bruto, muy probablemente de una parte de las remesas que se blanquean por esta vía y del capital de empresas desconocidas.
El Estado Mexicano que debiera ser el responsable de la protección de la ciudadanía con los medios necesarios, ha abandonado su obligación. Ahora la tiene el crimen organizado. La ausencia de autoridades en muchos lugares del país fue llenada por la delincuencia.
La cosa se pone cada día más fea, cuando los compañeros, amigos, familias y novios ya no salen de noche porque el riesgo de un asalto, secuestro o la muerte es el precio. No sólo nos han robado la tranquilidad, sino nuestra forma de vida. Regresar del trabajo, de la escuela, representa un peligro. Tomar el camión, el micro o el taxi es jugarse la vida como algunos de los 158 mil asesinatos dolosos en el actual sexenio.
La bomba explotó en la vida de todos los mexicanos.
