La euforia por la película Barbie no solo demuestra que los estereotipos están más vivos que nunca, también reafirma que las mujeres seguimos ancladas a las peticiones de una sociedad que nunca está satisfecha con el “canon” que se espera de una mujer.
Ser delgada o “fit” es obligatorio para hablar de una mujer que se cuida, que se quiere y que respeta su cuerpo. No se mira si por cuestiones genéticas o incluso por temas de salud, como problemas con la tiroides, diabetes, etc., no puedes cumplir con esta estipulación.
No hay nada escrito en cómo debe ser un cuerpo. No hay una legislación que nos obligue, pero no es necesario. Las redes amorales, las series que siguen presentando cuerpos esculturales, las películas que siguen encumbrando las siluetas hermosas, nos transmiten ese mensaje. Ser gorda está mal. Tener rollitos está mal. Aceptan cuerpos curvys que se vean sexys, pero no lonjas que demuestren que llevas una vida sedentaria.
La mayoría de las mujeres vivimos unas jornadas extenuantes para cumplir nuestra primera misión: estar empoderadas, cumplir con nuestro trabajo, ser mamás, ser esposas, ser todólogas. Añadir a esa enorme lista ser delgada es inhumano.
He escuchado un millón de veces a algunos amigos, que con buena o mala intención, o incluso sin ninguna, hablar de esas féminas que logran la lista de cotejo de la mujer perfecta. Las ven como personas excepcionales que son seguras y cumplen con sus expectativas.
Poco favor nos hacen a las demás, con nuestros rollitos escondidos bajo la blusa, o nuestras piernas regordetas atadas a la faja más óptima para esconder todo lo que a los otros no les gusta.
La película por más que trate de romper con ese hilo, lo asegura. Si puedes ser la Barbie que quieras, siempre y cuando seas guapa, delgada, inteligente, reflexiva, es decir, una mujer de ensueño.
¿Y las demás qué? A la fila de espera de cientos de mujeres que se sienten culpables por no quererse lo suficiente como para bajar de peso.
La artista sudafricana Annelies Hofmeyr fue más lejos que la directora de la película Greta Gerwig, pues Annelies ha puesto a la muñeca Barbie en situaciones que si nos pasan a las mujeres, está divorciada, tiene celulitis, no usa sostén y posee unas astas que demuestran que no es de la posesión de nadie.
Es importante que el mensaje de nuestro género quede claro, no somos más Barbie. No. No podemos con esa estructura física, ni con su dulzura eterna, ni con su desenfado y positivismo eterno, porque para ello, como en algunas películas lo han hecho, necesitaríamos estar empastilladas o fingiendo nuestra propia naturaleza que no se puede encasillar en una cajita rosa. No podemos ser lo que queramos si ese nombre ya carga con todo un simbolismo sobre lo que debemos ser.
No basta solo con decirlo en un diálogo, tenemos que defender nuestras diferencias en cuerpo, mente, gustos, aspiraciones. Requerimos libertad total de estereotipos, porque no podemos ser la que está en la caja, por principio porque los gordos están fuera de ese canon. Tan es así que un hombre, amante de la muñeca, fue atacado por vestir de Rosa e ir a ver la película. Fue tratado de “Ñoño” y demás apelativos que tienen que ver con el estereotipo de gordo. Está claro, los gordos y gordas, si no son gordibuenos, no pueden ser Barbie, así que basta, necesitamos libertad en todo sentido.