Si te quieres ahorrar leer la columna, puedo decir que, si bien no están hechos al vapor, presentan graves fallas que no merecen las nuevas generaciones de mexicanos.
Es decir, no están revisados a conciencia. Y no me refiero a la parte dogmática; me refiero a la razón de ser de un libro de texto: a la parte técnica.
Si bien es cierto, los embates contra el Ejecutivo federal han venido desde diferentes frentes, cuestionando la intencionalidad de las recientes modificaciones de los libros de texto, gran parte de esa narrativa se ha concentrado en el ataque político. Pocas son las voces que hablan de la razón de ser de los ajustes.
Me parece un error. Esas posturas lejos de fortalecer el espectro de la crítica constructiva, lo debilita, porque no es en la trinchera de la política donde se deben tomar las decisiones en torno a los paradigmas que deben guiar la educación.
Una cosa es cierta, el sistema educativo nacional presenta carencias en la técnica académica; ello, sumado a la resistencia al cambio, polariza las posturas de los mexicanos en torno a la calidad de estos volúmenes.
Urge armonizar la técnica educativa a las exigencias del mundo actual, pero eso siempre debe derivar de un método probado, trabajado con pulcritud, poniendo siempre encima de cualquier interés, las competencias de los educandos.
Voy a lo de porque casi que hechos al vapor. Hay problemas técnicos, por errores e imprecisiones que rayan en la ineptitud; en fechas, en infografías, en geografía, en biología, etc.
También hay problemas conceptuales. Pues no hay acuerdos en torno al lenguaje y a la jerarquización de las asignaturas, por mencionar solo dos.
Pero lo que hace más ruido es que se siente de sobra la tendencia ideológica. Algunos criterios son riesgosos, creo, porque fracturan instituciones como la familia o sugieren disminuir la edad ideal para iniciar una vida sexual. Se confunde la salud sexual y reproductiva con hipersexualizar a los estudiantes, promoviendo el sexo desde edades tempranas.
Justo ahí reside la mayor debilidad de este cambio. Y ahí es desde donde la oposición conservadora, aprovechando su natural púlpito político, y sus puestos dentro de los poderes judicial o legislativo, le están sacando raja.
Amparos ya hay varios para detener su distribución y vienen más manifestaciones públicas de rechazo al nuevo contenido.
Solo no se nos olvide que los que pagarán los platos rotos de este relajo ya mediático, son los casi 24.5 millones alumnos de educación básica del país.
