La historia del feminismo nos ha demostrado que las luchas de las mujeres tienen raíces profundas y se han extendido a lo largo de los años con un objetivo común: garantizar derechos y libertades en una sociedad donde, históricamente, hemos sido relegadas y discriminadas.
En el debate sobre la legalización del aborto, es esencial comprender que no se trata sólo de terminar con un embarazo, sino de derechos humanos fundamentales, autonomía del cuerpo y bienestar de las mujeres, quienes debemos tener el derecho de decidir sobre nuestros propios cuerpos, nuestra salud y nuestro futuro.
La interrupción del embarazo de forma ilegal, y su penalización, ha llevado a miles de mujeres a someterse a los abortos clandestinos, poniendo en riesgo su vida, su salud y su libertad. Estos, que se realizan en condiciones inseguras, faltos de higiene y sin el apoyo médico adecuado, han resultado en innumerables muertes y complicaciones médicas.
La criminalización no impide que las mujeres aborten, solo hace que el proceso sea peligroso. Es irónico que, en nombre de la vida, políticas restrictivas lleven a la muerte o daño de tantas mujeres. Por otro lado, la estigmatización y discriminación hacia las que deciden someterse perpetúan un ciclo de silencio, vergüenza y culpa, afectando su salud mental y emocional. Hay tantas historias, que en la plenitud de su vida, muchas todavía sienten culpa. Pero hay quienes no vivieron para contarlo ni para sentir culpa.
Cuando pedimos que haya acceso a un aborto seguro, legal y gratuito, estamos también hablando de justicia social. Las mujeres de bajos recursos son las más afectadas por las leyes restrictivas. No pueden pagar un procedimiento médico seguro en clínicas privadas ni viajar a lugares donde está legalizado. En cambio, quienes cuentan con recursos tienen más opciones y acceso. ¿No es esto una discriminación?
Además, el debate sobre la legalización no debería centrarse en la cuestión moral o ética. No se puede simplificar a blanco o negro. Cada caso es único y tiene su propia historia (algunas muy trágica). Piensa en una niña violada, ¿debería llevar ese embarazo a término? ¿Debería una mujer arriesgar la vida debido a complicaciones médicas? ¿Deberíamos forzarla a tener un hijo no deseado?
Escuchaba alguna vez a un sacerdote que decía que habían convencido a los padres de una niña de 11 años, que fue abusada, para que no abortara. Se alegraba de “haber salvado una vida”. Mi pregunta ¿Y la vida de esa niña de 11 años? El caso es que han aumentado el número de menores atacadas sexualmente y el número de mujeres abandonadas una vez que los hombres se enteran que están embarazadas.
El hito de las luchas feministas a lo largo de la historia nos muestra que el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos es fundamental. La legalización del aborto no es una promoción para abortar, sino una herramienta para garantizar que, si una mujer decide hacerlo, pueda hacerlo de manera segura y sin temor a represalias.
Terminar con el estigma y la discriminación, garantizar igualdad de género, reconocer y respetar el plan de vida de cada mujer, y asegurar que ninguna niña o mujer sea forzada a una maternidad no deseada, son razones más que suficientes para continuar esta lucha.
Las mujeres merecemos dignidad, respeto y derechos. La legalización del aborto es un paso fundamental hacia un mundo más justo y equitativo, donde las decisiones sobre el propio cuerpo no estén en manos de políticos o legisladores, sino en nuestras propias manos.
Es de reconocer el posicionamiento de la administración que encabeza Delfina Gómez Álvarez. Ya era hora que en el Estado de México se apoyara la despenalización del aborto, que desde 2007 se practica legalmente en la Ciudad de México, desde 2019 en Oaxaca, desde 2021 en Baja California, Colima, Hidalgo, Coahuila y Veracruz, y desde 2022 en Baja California Sur, Quintana Roo, Sinaloa y Guerrero.
¿Podremos decir en este 2023 que, por fin, al igual que Aguascalientes, se está cumpliendo con el mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación? Ojalá muchos de los legisladores y legisladoras dejen de lado su doble moral y piensen realmente en las mujeres.