Un día, hace muchos, muchos años, viví una tragedia –casi-- como la que hoy está viviendo Guerrero. Y no, no hablo de los muertos que en este momento están descubriendo y dejando tirados en las calles. Hablo de que, en 1985, con el temblor del centro del país, yo trabajaba en el CREA, en la delegación de Xochimilco. Y vivía en la Colonia del Valle. Allí me tocó.
Recuerdo que lo primero que hice, fue llamar a la escuela de mi hijo. Sus clases comenzaban a las 7 de la mañana, y me contestó la psicóloga del lugar. Todo en orden, me dijo. Luego, le hablé a mi jefe inmediato que era Alfonso Durazo. El vivía en un departamento en la Colonia Nápoles, en un piso muy alto. No le había pasado nada.
Cuando fui recorriendo Tlalpan, para llegar a mi trabajo, era terrible ver tantos hoteles, edificios, casas, escuelas, tiendas, derrumbadas. El temblor fue a las 7.30. Todo México se puso en operación y Miguel de la Madrid estaba en las calles del Centro de la CDMX, viendo cómo la población se organizó para ayudar a sus semejantes.
Ayer me encontré a Nacho Cobo, afuera de su hotel en la calle de Londres, y me dijo que él creía que se reestructuraría todo, en unos cinco meses. Yo no lo creo. También que el 90% de los hoteles, no tenían seguro. Eso es un verdadero desastre.
Pero lo que estoy viendo en este momento en Acapulco, no tiene la menor comparación. Todo está deshecho. Devastado. Confundido. Y la gente no sabe ni qué hacer. No hay luz, ni agua, ni gasolina… Solo hay destrozos por todos lados. Acapulco tardará mucho tiempo en recuperarse.
La gente está descontrolada. Tiene miedo. Tiene hambre. Tiene rabia. Tiene mucha, mucha tristeza porque perdió todo. Pero aquí no se trata de abrazos y no balazos. Porque la gente está saqueando todo a punta de pistola.
Sin gobernabilidad, con una presidenta municipal, pobre ser humano, que si sale de su guarida, pero por supuesto debe temer por su vida. ¿La gobernadora? Ni la menor idea de lo que tiene que hacer. Ni cómo.
Es una tragedia lo que sucedió. Sí. Pero no hubo prevención alguna. No fue notificada de lo que se acercaba. Ahora el gobierno vive las consecuencias. Brutales consecuencias. Y aunque el presidente trate de comunicar algo... la gente vivió la peor tragedia de su vida.
Yo veo desde el día siguiente, muy temprano las noticias. O hago por de fault. Y tengo dos personas allá a las que amo mucho: Malena y Enrique. Al segundo ya lo encontré con su familia a salvo. A la primera, no la encuentro todavía.
Yo solo confío en la gente que conozco y que puede hacer muchas cosas. Y en la mañana, escribí una carta pequeña que decía lo siguiente que quiero compartir con ustedes:
En medio de este caos, en un lugar en donde miles de nosotros disfrutamos y sentimos Acapulco, no hay palabras. Todo este pedazo de tierra, que algún día fue el paraíso, no queda nada. Hay desolación, muerte, inmundicia, desechos humanos. Cómo hace falta el orden, la disposición, la prontitud en los actos de decisión.
En orden. La desesperación que estos infelices vivieron, los hizo cometer cosas inenarrables. Se prostituyeron. Se volvieron aves de rapiña. Se volvieron con una maldad infinita, pocas veces vista. Con pistola en mano, se están llevando a cachos pedazos de cosas que están robando: coches, televisiones, refrigeradores, baterías, joyas, zapatos… en lugar de comida.
Toda la costera está devastada, pero ellos, los que viven allí la están devastando más. Muebles, colchones, todo… pero todo lo que se han ido a encontrar por el camino, o han ido a buscar para disque comer, se lo están robando. Joyas, llantas, descuartizando coches. En lugar de ayudar y hacer un ejercicio de valor y solidaridad.
Estoy, soy consejera de la Cruz Roja de Toluca y Metepec. En ella sí creo.
Cómo Dios en un segundo, pone orden, dejando el peor de los desórdenes. Están totalmente rebasados. Y si ustedes, todos mis compañeros que saben cómo hacer las cosas, y que han manejado lugares tan difíciles como este gran Estado de México no apoyan a esa gente, nadie lo podrá hacer. Yo creo en nuestra experiencia. Escribo porque me duele México y lloro. Y no sé para donde voltear.
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