En su cuenta de X (Twitter) @ROCIOALCALAG relata en un hilo una desagradable experiencia en Cancún después del paso del huracán Wilma en 2005. Advierte lo que puede venir para Acapulco, devastado por el huracán Otis, categoría 5, que golpeó con toda fuerza el puerto turístico internacional.
“¡Acá pulqueros!, Lo peor esta por venir”
“En 2005 no existía twittee, el huracán Wilma, destruyó Cancún. Duro 3 días, ahí estacionado, destruyendo. Cuando pudimos salir no reconocías la ciudad, no había puntos de referencia”.
“Vi la rapiña, la gente sonriendo como si fuera algo bueno, como si les diera satisfacción ROBAR, después ese olor que no olvidas, como agua de jarrón de flores que no cambiaste, combinado con animales en estado de putrefacción”.
“No había tranquilidad, 2 días después, los vecinos armaron brigadas para protegernos, empezaron a llegar pandilleros a robar a las casas, empezaron con casas desocupadas, después ya no les importaba, armados y en bola, empezaron a asaltar a familias en sus propias casas. Si esto no escaló fue, porque ahí sí llegó el ejército y aunque no eran miles, se les Respetaba y temía”.
“La casa donde vivía mi hermana, estaba a espaldas de tienda city club y en el estacionamiento se instaló una base del ejército. Cuando ellos llegaron pudimos dormir y se acabaron las guardias de 24 horas de los vecinos.
Las barricadas que se hicieron en cada cuadra, estaban hechas de ramas, troncos, tinacos, láminas. El huracán Wilma no dejó un solo árbol, palmera, arbusto con follaje”.
“La arena blanca de Cancún desapareció. Telmex abrió su servicio para teléfonos públicos sin costo, pero era muy difícil comunicarse. A los trabajadores de CFE y a los soldados, los ayudábamos, llevándoles mínimo agua o alguna fruta. La primera tienda que se abrió fue precisamente City Club, pero el cobro y sacar la cuenta para pagar era manual, no había luz, ni sistema”.
“Mi mamá, hermanas, sobrinos, salimos de Cancún en vuelos de rescate, varios días después. Tenías que apuntarte en una lista, te llevaban en camiones al Aeropuerto, duraban horas, en la carretera y no era seguro que pudieras salir. Éramos miles, nosotros salimos en el último vuelo de ese día, pues nos dieron su lugar unos jóvenes, llevábamos 2 bebés (mis sobrinos), uno de 4 meses y la recién nacida”.
“Mis cuñados se quedaron para cuidar sus pertenencias. Como al mes más o menos mi marido y otro cuñado, fueron a ayudar para hacer reparaciones urgentes”.
Hoy de Acapulco hemos visto y escuchado historias verdaderamente terroríficas. Los soldados y la Guardia Nacional asaltando, robando a quienes llevan ayuda, cuando son los que nos deben cuidar. El gobierno quedándose con despensas para entregarlas con su logo. Policías de Guerrero llevándose la gasolina y amenazando (sólo porque pueden) dejando a la gente sin nada. Cuerpos que no han sido levantados, no pudieron resguardarse de ese gran golpe de la naturaleza.
Familias enteras desesperadas buscando víveres, algunos saquearon negocios y centros comerciales que ya nada tienen. La comida y el agua comienza a escasear. Los habitantes de la comunidad de Los Coyotes tuvo que salir a pedir ayuda porque nada les ha llegado. Ojalá actuen más rápido las autoridades y dejen de abusar.
Parece que lo único que buscan al impedir el paso de la ayuda ciudadana es acabar con la solidaridad que ha caracterizado al pueblo de México. Pero eso es claro que no va a pasar. Ya vimos pasar a Wilma y Cancún está de pie. A Paulina, a Gilberto y todos los huracanes y los terremotos. Pero México no es un roble, es una palmera, puede doblarse con los fuertes vientos, pero siempre se vuelve a lavantar. Eso, gracias a su gente buena, que somos los más.