Hoy hablaremos un poco del desarrollo de un pequeño sector de la sociedad toluqueña en el año de 1883, ya que la cabecera en esta época contaba con un mínimo de habitantes entre mujeres y hombres y, en alusión a la ya hermosa y alegre feria del alfeñique, también veremos escritos de algunos madrigales (composición poética de corta extensión que, generalmente versa sobre el amor o la naturaleza), de señoritas de esta sociedad:
Comenzaremos comentando sobre nuestra Toluca que, en el año de 1883, era una ciudad comercialmente raquítica. Apenas se comenzaba a desarrollar en el terreno industrial, con la implantación de alguna que otra modesta factoría de rebozos y frazadas, licores y vinaterías, cervecerías de manufactura primitiva, cerillos y cigarros, etc.
Y, sin embargo, en este año, el Gobernador del Estado, cuyo titular del ejecutivo estaba al frente el C. licenciado José Zubieta, con el apoyo de los señores general D. Carlos Pacheco y D. Ignacio Mañón y Valle, se organizó el primer certamen científico, artístico e industrial del Estado de México que, al decir de las crónicas de entonces, tuvo bastante éxito.
Uno de los principales ramos de su riqueza era el de la tocinería y jabonería. Las diversas confecciones que se elaboran entonces con la carne y la sangre del cerdo, y que llevaban como nombre “chorizos”, “longaniza”, “morongas” y “jamones”; siendo de gran calidad y, su consumo en la ciudad y fuera de ella, era nacional. El llamado chicharrón, era de un gusto exquisito, gozando de fama nacional. Las más acreditadas y reconocidas por su calidad de insumos de este giro, eran: Manuel Garrido, Joaquín Cortina, Jesús Barrera (bisabuelo y abuelo de mis grandes amigas Sonia y María Elena Barrera y Lolita Barrera Legorreta) y Agustín Jasso.
No hay que olvidar que, por aquellos años, el casco de la cabecera municipal, contaba con tan solo 11.585 habitantes, 4,824 varones y 6,761 mujeres. A pesar de la escasa población, el número de familias acomodadas era bastante halagador y sus costumbres en general eran sencillas, dependiendo en gran parte de la ocupación esencialmente agrícola de un regular número de ellas.
Por lo anterior, las familias toluqueñas tenían gran empeño en adquirir una ilustración que las honrará a los ojos de los visitantes, formándose así, sociedades culturales, que periódicamente organizaban fiestas, recitales, bailes, en donde se acudía invariablemente lo mejor de esta pequeña sociedad, que iba creciendo con una juventud de abogados, médicos, farmacéuticos, etc.
Con esa juventud tanto de mujeres como de hombres, la ciudad se transforma día a día, y el confort y la elegancia invadían ya toda nuestra vida social.
Comenzaba ya Toluca a gozar en todos los ámbitos de la República por la sana belleza de sus mujeres debido indudablemente al clima (frío) que favorecía su desarrollo. ¡Un viejo personaje toluqueño que había nacido en esta ciudad en el año de 1860, comentaba que las chicas toluqueñas eran de un aspecto tan sano, que en muchas partes les decían las guachinangas, seguramente por el color rosado de su cutis…!
En el año de 1886, don Ernesto Mora, hombre de vasta cultura tuvo la ocurrencia de publicar, el 2 de noviembre, un solo número de un periódico titulado “El Sarcófago”, y en lugar de las acostumbradas calaveras se le ocurrió dar a luz unos madrigales dedicados a algunas señoritas de más fama y prestigio de la sociedad toluqueña, tanto en el terreno de cultura como de la fama que llevaban como mujeres representativas de la belleza de nuestra tacita de plata con olor a sacristía.
Expondremos de dicho periódico algunos de los madrigales que a continuación mencionaremos:
María Pliego:
En el pensil de la vida
eres tú la pura acacia,
y conservas como gracia
el candor, niña querida
tienes virtud como égida
ella tu existencia encanta;
donde tú posas la planta
brota una flor, la pureza,
y al admirar tu belleza
templo el hombre te levanta.
Concepción Medina:
Es pobre mi pensamiento
para tus gracias cantar,
pues has podido adunar
virtud, belleza y talento;
arrancas con sentimiento
al dulce piano cadencia,
eres ángel de clemencia
que acervos enojos calma;
que hay en tus ojos y en tu alma
del puro “sol” la fulgencia.
Herlinda Barbabosa:
Todas las gracias del mundo
en ti dejo la fortuna
y alumbró, niña, tu cuna
con esplendor sin segundo,
la clásica y bella luna.
Por esto es que la poesía
te denomina su diosa;
eres la joven virtuosa
que aduna a la simpatía
ser modesta y ser hermosa.
Adela Rodríguez Alas:
Adelita; en ti se aduna
a tu candor, la belleza;
tus virtudes y belleza
forman tu mejor fortuna
y son tu mejor riqueza.
Carmen Lechuga:
El norte del marinero
Son los luceros
porque ver no ha podido
tus ojos negros.
El que los mira
se atreve a declararlos
su eterna guía.
En ellos se reflejan
todas las luces,
cual reflejan en tu alma
santas virtudes;
bondad, belleza.
En tu pecho y tus ojos
se reconcentra.
Teresa Pliego:
En ti quiso Dios reunir
con justicia y equidad,
cuanta belleza y bondad
nos es dado concebir.
En ti se vino a lucir
como virtud sin segundo
el amor filial profundo
con que se mitiga el duelo;
Eres arcángel del cielo
que está de paso en el mundo.