“Con la vara con que midas, Serás medido”.
Sociedades sin preparación y gobiernos obsoletos se han desarrollado en el último siglo. Tan solo, si hablamos de valores, veremos que, en este momento, la sociedad experimenta una desintegración social debido a varios factores. Pensamos que el principal son las decisiones equivocadas del grupo dirigente, de los integrantes del Estado. La sociedad se ha transformado, dando paso a nuevas relaciones sociales, en donde el Estado ha equivocado su camino por la toma de decisiones mal estudiadas, en las cuales solo le interesa su actuación personal y no colectiva. Es por esto que se deben plasmar algunas propuestas que vengan a solucionar los problemas de ingobernabilidad, satisfaciendo al mismo tiempo, no solo al Estado de México, sino a todos los estados en conjunto.
La sociedad mexicana, a lo largo de su historia, ha sufrido diversas transformaciones, algunas de fondo y otras ocasionadas por la misma clase dirigente. Desde los inicios del flamante Estado mexicano, este tuvo varios proyectos para ser liderado por el camino correcto. Por un lado, el proyecto que se guiaba por la razón y por el otro, el que proponía únicamente pequeños cambios. Estas luchas ideológicas solo dividieron y obstaculizaron la unión de una sociedad de por sí ya dispersa por factores geográficos y culturales distintos. Así, el grupo triunfador de las luchas intestinas buscó imponer su hegemonía y trató a lo largo del tiempo de darle un sentido de identidad propia a la nación. Muchos de estos intentos terminaron en fracasos, haciendo más grande la brecha de las transformaciones y desigualdades.
El fenómeno de las transformaciones sociales no solo se regula por el factor tiempo, es decir, a medida que transcurre un determinado lapso, las cosas cambian por ser parte de su naturaleza. La incidencia de lo humano tiene mucho que ver y ejerce un papel determinante para lograr cambios más radicales, los cuales rompen con esquemas tradicionales. Esto se refleja en la dirección de la clase en el poder y se demuestra por el desconocimiento en muchos de los casos sobre su sociedad, provocando con ello un ambiente de incertidumbre y desorientación sobre lo que vendrá en el futuro.
Se tiene entonces que muchas de las transformaciones pueden ser observadas a simple vista, las otras forman parte de un proceso paulatino y progresivo, cuya capacidad de percibirse inmediatamente es difícil. Muchos de los factores que provocan cambios radicales son las decisiones políticas, como por ejemplo, la imposición de una determinada ley que hace cambiar hábitos y costumbres en determinadas regiones.
En sí, el “hombre político” se alza como uno de los factores principales de los cambios y transformaciones más impactantes que erosionan paulatinamente las relaciones sociales entre los individuos. Y a eso, en este momento, debemos añadir la globalización. A todo lo anterior, se suma el papel de los medios de comunicación que, en una sociedad como la actual, bombardea continuamente mensajes para la imposición de un nuevo estilo de vida que responda a una moda o a determinado sector de la población, a la cual le determina el rumbo a seguir.
En síntesis, la clase dirigente detentora de los medios de producción que regulan el mercado global mundial, y más aún en estos tiempos de los medios de comunicación masivos, con los cuales es posible generar ideologías y moldear modos de comportamiento colectivo para una determinada causa, propician la erosión paulatina del concepto de colectividad o solidaridad comunal de muchas de nuestras poblaciones.
Se entenderá, pues, por solidaridad la definición clásica del sociólogo francés Durkheim, quien dice que en todas las sociedades se desarrollan lazos de unión y cohesión entre los individuos que los identifica. La solidaridad entre los individuos de la sociedad es un vínculo susceptible de desarrollo. El derecho y la división del trabajo contribuyen a que esta solidaridad trascienda a niveles superiores. El autor distingue diversos tipos de solidaridad, la mecánica y la orgánica, como mera aclaración solo se mencionan. La solidaridad orgánica es la que se desarrolla en sociedades más avanzadas, es decir, más modernas.
La solidaridad orgánica constituye la conciencia colectiva de las comunidades, con la cual se identifican los miembros de esa población. Genera una forma superior de organización social en tanto los individuos, aún siendo diferentes entre sí, se cohesionan para lograr un bien común sacando a flote, con ello, su conciencia colectiva. Esta conciencia colectiva es la que regula la actuación de los pueblos y siempre se busca atrapar por la clase dirigente para legitimarse. La modernización ha trastocado esta conciencia, volviendo al individuo más preocupado de sí mismo que de ayudar de forma organizada a la comunidad. Las grandes ciudades son el prototipo de esa individualidad; basta viajar en una hora pico en el metro y ver cientos de caras desconocidas o mostrarse indiferente ante situaciones típicas de necesidad de varias personas. La palabra que califica este fenómeno es conocida como deshumanización.
Los conceptos de ayuda mutua han perdido su esencia; solo en las grandes tragedias parece aflorar nuevamente como una flor en un inmenso jardín de concreto, para después ser guardado en el baúl de los recuerdos o ser sepultado por los enormes condominios familiares, en donde lo que menos importa es conocer quién vive en el último piso; la individualidad pasa a ser la esencia de la colectividad. Al parecer, la gran frontera que dividía lo urbano de lo rural hasta hace todavía 50 años ha perecido; la modernidad o el imaginario social de lo que debe ser México, presente en gran parte de los actores protagonistas de la política, gana batallas. Las cifras dan cuenta de los avances en muchas poblaciones, sobre todo en los servicios mínimos de asistencia social en cada uno de los rincones del país. Y los migrantes son ya muchos, muchísimos. Más los que faltan.
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