El arranque de un nuevo ciclo, de un nuevo año, siempre representa la esperanza de que las circunstancias, de que las cosas puedan ser mejores. El cierre de un periodo implica -de cierta forma- un balance de lo que se ha realizado y de aquello que deseamos alcanzar, tanto en lo personal como en lo social, político, económico y cultural. ¡Feliz año para todas y todos!
Ahora que iniciamos el 2024, es oportunidad para renovar los ánimos y recuperar las metas pendientes o bien para replantear algunas nuevas.
En ese sentido, el tema educativo es un campo que impacta en el resto de las áreas: en lo social, económico, cultural y político. Por ello, es necesario tener presentes los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) que aplica la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), al ser una herramienta que permite medir la calidad y equidad de los sistemas educativos en todo el mundo.
Este examen -que se aplica cada tres años a estudiantes de 15 años- evalúa las competencias en lectura, matemáticas y ciencias. A finales de 2023, se dieron a conocer los resultados que corresponden a la evaluación de 2022, y reflejan -lamentablemente- el rezago educativo que padece México desde hace diez años. Nuestro país se encuentra en la posición 51 de los 81 países evaluados.
"Los resultados más recientes de PISA no difieren significativamente de los observados hace diez años, en 2012", indica el documento, el cual -en algunos indicadores- nos colocan en niveles de 2003.
Por ejemplo, Matemáticas fue la materia en la que, de manera más significativa, se redujo el desempeño de los estudiantes mexicanos. Obtuvieron una puntuación de 395, según el reporte, que significan 14 puntos menos que en 2018, cuando se realizó la última prueba PISA antes de la pandemia del Covid-19.
Al realizar el análisis del informe correspondiente a México, esa caída revirtió la mayoría de los avances que se lograron durante el período 2003-2009, y las puntuaciones promedio regresaron a las observadas en 2003 o 2006. Los estudiantes de 15 años en México tuvieron su peor desempeño en matemáticas desde 2006, materia que reprobaron junto a ciencias y lectura, según los resultados del programa para la evaluación internacional de los alumnos.
Debemos recordar que PISA no solo mide conocimientos específicos, sino también la capacidad de los estudiantes para aplicar habilidades en situaciones de la vida real, lo que es particularmente relevante en un mundo en constante cambio, donde la capacidad de adaptación y resolución de problemas son esenciales.
Evidentemente, los resultados ofrecen una visión crítica de nuestro sistema educativo, lo que hace evidente la urgencia de implementar políticas gubernamentales efectivas para abordar el rezago educativo y promover el desarrollo sostenible.
Sin embargo, más allá de las políticas públicas que establezcan las autoridades, el ambiente escolar y la sinergia con el ambiente en cada hogar, son determinantes para el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes.
Eduardo Andere, especialista y estudioso de los modelos de educación en el mundo, considera que una de las características in-dis-pen-sa-ble que propicia y nutre el aprendizaje es la cordialidad. La cual no debe ser simulada ni surge por decreto: “a partir de hoy seremos cordiales”. Es un proceso gradual en el que todas y todos intervenimos.
La manera como hablamos, acompañamos, orientamos, guiamos y apoyamos la formación de nuestras niñas, niños y jóvenes, se convierten en piedra angular del aprendizaje, porque al cerebro le gusta la cordialidad.
La tensión -en sentido opuesto- reduce la capacidad de concentración del estudiante, lo que impacta negativamente en su atención que es factor clave para el entendimiento, la retención de conocimiento y el aprendizaje.
“Si los niños navegan en un ambiente cordial, sano, seguro y confiado, su potencial de aprendizaje se realiza”, explica Andere en su libro: “La Cultura del Aprendizaje: Hogar y Escuela del Siglo XXI”.
Advierte que los niños que viven tensión en el hogar difícilmente pueden concentrarse, poner atención, almacenar nuevos conocimientos y aprender. “Un niño es educable (…) si tiene salud, está bien criado, se desenvuelve bien, no sufre pobreza ni discriminación o segregación, vive relajado y seguro”, enfatiza el especialista.
Si existe un entorno de estrés -que en la actualidad es frecuente por las presiones a las que se encuentran sometidas muchas familias- se empobrecen las habilidades de aprendizaje y de resolución de problemas, además de afectar la capacidad de memoria.
Así de profundo es el desafío que afrontamos en esta realidad y el cual la prueba PISA hace evidente.
Haría una invitación a que -como madres, padres y familias enteras- observemos cómo comunicamos y revisemos si creamos entornos de cordialidad o tensión para nuestros menores en casa, porque -como lo anticipó la UNESCO hace años- la educación tiene cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser, y esa tarea no depende solamente del ámbito escolar, las familias también desempeñamos un papel fundamental.
Como lo señala el proverbio africano: “Para educar a un niño se requiere la tribu entera”.
#TodoComunica
Hablando de política, será interesante observar cuántas personas que aspiren a un cargo de elección popular ofrecen decisiones y acciones concretas que fortalezcan la educación.