La Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), un epicentro de conocimiento y cultura en el corazón de México, ha sido cuna de innumerables iniciativas que fusionan el arte y la educación. Una de las figuras más emblemáticas en este entrelazamiento es indudablemente el maestro Leopoldo Flores, cuya obra ha dejado una huella imborrable no solo en la universidad sino en el panorama artístico del país.
Leopoldo Flores, conocido por su audacia creativa y su profundo compromiso con los temas sociales y humanos, encontró en la UAEMéx un espacio fértil para el desarrollo de su arte. Un claro ejemplo de ello es el monumental mural realizado en la Facultad de Ingeniería durante mi administración. Esta obra no es solo un testimonio de la habilidad artística de Flores, sino también una representación simbólica de los valores y aspiraciones de la universidad.
La relación entre Leopoldo Flores y quien suscribe esta columna fue más que una mera coincidencia profesional. Se trataba de una alianza basada en un entendimiento mutuo sobre la importancia del arte en la educación y la vida universitaria. Siempre he interpretado el poder del arte para inspirar y provocar el pensamiento crítico, por ello brinde apoyo incondicional a las iniciativas de nuestro doctor honoris causa, lo que permitió que sus obras alcanzaran una resonancia significativa dentro y fuera de los muros universitarios.
Leopoldo Flores no es solo un nombre en la larga lista de artistas mexicanos; es un ícono de la UAEMéx. Su legado va más allá de sus creaciones artísticas; es un legado de inspiración y un recordatorio del papel vital que el arte juega en la educación. A través de sus murales y otras obras logró capturar la esencia de los valores universitarios: la búsqueda de la verdad, el compromiso social y la transformación a través del conocimiento.
La asociación de Leopoldo Flores con la UAEMéx representa una sinergia perfecta entre arte y educación. Su obra en la Facultad de Ingeniería, en el estadio olímpico universitario, el cosmovitral y el museo que erigimos en el corazón de Ciudad Universitaria como un homenaje perpetuo a su trayectoria es un ejemplo palpable de cómo el arte puede enriquecer el ambiente educativo, fomentando un espacio de reflexión, crítica y belleza. Leopoldo Flores no solo embelleció un espacio universitario, sino que también fortaleció la identidad y los valores de la UAEMéx, dejando un legado que perdurará por generaciones.
“El hombre tomó sus alas y montó en su pensamiento” escribió en una de sus obras nuestro hermano verde y oro. Fue tan grande y pertinente que ha sido el único al que el Aula Magna le ha abierto sus puertas para ofrecer un homenaje de cuerpo presente para alguien que no ha sido rector.
Leopoldo Flores se distinguió en la historia de la UAEMéx no solo por sus contribuciones artísticas sino también por su influencia en la identidad cultural de la universidad. Su legado va más allá de los murales y esculturas; es un legado de inspiración y transformación. Flores entendió que el arte podía ser un vehículo para la reflexión, el cuestionamiento y el cambio. A través de su trabajo en la UAEMéx, demostró cómo el arte puede ser integrado en el proceso educativo, no solo como una forma de embellecimiento, sino como un medio esencial para la enseñanza y el aprendizaje.
Este vínculo entre Leopoldo Flores y la Universidad va más allá de una simple colaboración artística; es un testimonio de cómo el arte puede y debe ser integrado en la educación, actuando como un catalizador para el pensamiento crítico, la innovación y el cambio social. El legado de Flores en la UAEMéx sigue siendo una fuente de inspiración, demostrando que el arte no es un mero complemento de la educación, sino un componente esencial que enriquece y profundiza el proceso de aprendizaje.
Termino citando al representante más nítido del humanismo, del hombre y síntesis del universo, cuyo concepto de universidad nos deja ver la grandeza de la misma: “La Universidad es el universo; universo es el vientre infinito donde nace el hombre, universo sin término donde no existe horizonte, horizonte, todos lo sabemos, en el universo no existe horizonte”.