Han terminado las precampañas y las dos candidatas relevantes han bosquejado sus líneas discursivas. Por un lado, la oficialista Claudia apuesta por la continuidad (eso que llama “el segundo piso de la 4t”), la unidad y evitar el zigzagueo de sus seguidores en las campañas de senadores, diputados, gobernadores y ayuntamientos. En el otro lado, Xóchitl con su determinación de fuerza y corazón, se dirige a los indecisos. A los que están en ánimo de salir adelante, es decir, a los aspiracionistas. Hay un tercer candidato, un misterio en términos electorales, Jorge Álvarez Máynez, quien, sin ser precisamente un joven, dice apostar a su voto y ataca permanentemente a los adultos.
En este periodo de intercampaña los partidos y las coaliciones además de hacer sus procesos internos para elegir a sus candidatas y candidatos locales, definirán sus objetivos. Otro aspecto importante del trabajo es conseguir información para interpretar el sentir ciudadano y el contexto en que se dará la campaña. Los partidos hacen inventario de recursos, planean su estrategia, crean sus mensajes, segmentan y afilan sus tácticas políticas, se organizan y buscan el financiamiento para fondear campañas.
Con esta dinámica, que deja ver una radiografía del paciente, podemos aventurar un diagnóstico. El voto leal a Morena se ubica en un 21% del listado nominal, mientras los indecisos y disidentes del obradorato alcanzan otro 21% (representan a quienes todavía no deciden si volverían a votar por los candidatos morenistas). El 58% restante tiene la siguiente composición: 23% anti-AMLO y un 35% de indecisos sin partido. Estos porcentajes pronostican que los esfuerzos se centrarán en este último sector y ganará la elección quien lo pueda movilizar a su favor, primero en la campaña y luego en los votos concretos en la urna.
Otro sector que constantemente llama la atención es el llamado “voto joven”. Si bien México ya no es un país de jóvenes, su voto mantiene un peso considerable en la lista nominal. Recordemos que en 2021 votó el 18% de las personas entre los 18 y 35 años, sector que representaba el 31% de total del listado nominal. Para 2024, de acuerdo con el corte al 18 de enero, serán 36.8 millones de electores en este grupo etario que podrán votar (37.7% del listado nominal). Sin embargo, es el sector que menos participa en las elecciones, quizá el 50%. La alianza que mejor sepa entender la manera en que interpretan la política y sea capaz de acercarse a este sector de la población, será la que gane la mayoría de esos votos y logre sacar de su letargo a quienes generalmente no acuden al llamado de las urnas. Sin duda, estos son nuevos tiempos y requieren nuevas campañas, porque los jóvenes de hoy no son iguales a los de hace unos años.
El estratega Marco Torres en su conferencia “Nuevas campañas para nuevos electores”, comentó que “el voto millenial”, es decir, el voto de la población entre 18 y 35 años es más independiente, urbano, laico, educado, informado, individualista, más lúdico, más ambicioso. Esto lleva a diseñar nuevas campañas que consideren al menos: 1) Crear nuevos lenguajes y códigos; 2) Privilegiar lo visual sobre lo textual y 3) Crear contenidos que los entretengan, que los diviertan.
El último punto lo expone a su vez con varios temas, por ejemplo: a) El síndrome del foso de orquesta, para decir que lo realmente importante pasa a un segundo término, por ejemplo, si en un debate aparece una mujer con figura exuberante este es el tema, no qué dijeron los candidatos como hace años pasó en un debate presidencial; b) Este grupo toma en cuenta lo banal, lo intrascendente, lo no importante, sólo atienden a lo anecdótico, por ejemplo, en Nuevo León la campaña de Samuel García radicó sobre sus tenis, no sobre las soluciones para los ciudadanos; c) La gente consume aquello que los medios ofertan, y entonces ha prevalecido el infoentretenimiento, no el análisis y la reflexión; d) Los jóvenes valoran lo innovador lo dinámico; e) A este grupo no le gusta la política, ni los políticos, hasta su forma de hablar les fastidia y desde luego no conectan con ellas o ellos; f) Confían en su familia, el vecino, sus maestros, la señora de la cafetería, pero no en los políticos; g) Han desarrollado una cultura basada en la imagen (según Sartori estamos en la era de homo videns) no leen mucho, pero las películas les encantan especialmente si transmiten emociones y son un gran espectáculo; h) Son un nuevo público, y por lo tanto requieren nuevos espacios.
Así, todo está por escribirse en los próximos días. Nadie que diga que va arriba en las encuestas puede hoy decirse ganador porque el desarrollo de la campaña y más los decantamientos que paulatinamente hagan los indecisos serán determinantes en el resultado final. Las apuestas están a la vista, para unos apostarle a que nada se mueva, como Claudia, y “nadar de muertito” hasta el último día, apoyada en infinitos recursos económicos y humanos que de manera ilegal se utilizan en su favor, incluidos los siervos de la nación y el mismo presidente.
Por el otro lado, una sociedad civil que quiere salir adelante y tener menos polarización y más país para todos, con oportunidades para tener una vida saludable, para tener libertad, para vivir sin miedo, para tener un país más democrático, con instituciones que den fortaleza a los ciudadanos y obliguen a la transparencia y a la rendición de cuentas a los gobernantes. Una sociedad que sólo tiene un arma, su credencial para votar, y una estrategia, su capacidad para recorrer calles y convencer a otros. Vida, verdad y libertad están en juego. ¿Tú de qué lado estás?
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.