Miriam Edith Calzada Lemus[1]
Lizbeth Andrea Moreno Rodríguez [2]
Dr. Gonzalo Levi Obregón Salinas [3]
“En nuestra sociedad, como en muchas otras, los individuos aprenden que no tendrán que asumir responsabilidad por su comportamiento ebrio” (Gelles y Straus, 1988)
¿Cuántos de nosotros conocemos a un alcohólico?, me parece que la mayoría sino es que todos, pues en nuestro entorno se oculta una figura que amenaza a la población joven y adulta, está también nos lleva a la violencia de género y vulneraciones de Derechos Humanos: tiene por nombre “alcoholismo”.
Según la Encuesta Nacional del Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco de 2016, el 71% de la población ha consumido alcohol en algún momento de su vida, siendo notable que un 33.4% experimentó un consumo excesivo en ese año.[4] La violencia relacionada con el consumo excesivo de alcohol causa anualmente la muerte de 2,5 millones de personas, de las cuales 320.000 son jóvenes entre 15 y 29 años, según estimados de la Organización Mundial de la Salud (OMS).[5] Es importante resaltar la magnitud del consumo problemático del alcohol ya que destaca la urgencia de abordar este problema
El abuso o exceso de esta sustancia genera grandes problemas; quien lo ingiere sufre graves repercusiones en su salud física, más allá de sus devastadores efectos en la salud individual, desencadena consecuencias sociales que afectan gravemente a quienes rodean al consumidor. como la desintegración familiar, la pérdida de empleo, el señalamiento negativo hacia su persona, y un aumento de la violencia doméstica, este círculo destructivo repercute en la salud mental y emocional de quienes rodean al individuo afectado por el alcoholismo, creando una red de sufrimiento que va más allá de la persona directamente involucrada.
El tema del alcoholismo y la violencia también está intrínsecamente relacionado con los derechos humanos. Ya que la violencia generada por el alcoholismo puede constituir una grave violación a estos, como el derecho a la vida, la integridad personal y la seguridad. Además, el acceso a tratamientos efectivos para abordar el alcoholismo se vincula con el derecho a la salud y al bienestar. La desintegración familiar y otras repercusiones sociales también afectan el derecho a vivir en condiciones dignas.
La Universidad Autónoma de México llevó a cabo una investigación sobre la relación entre violencia de género y consumo de alcohol, encuestando a 5,641 mujeres de 18 a 65 años. El objetivo era identificar víctimas de violencia intrafamiliar por parte de sus parejas. Utilizando la Ficha de Salud Familiar, se destacaron maltrato físico y consumo de alcohol como factores de violencia. Los resultados revelaron que el 45.52%, es decir, 2,100 mujeres, fueron víctimas de violencia intrafamiliar. Además, el 92.80% percibió una relación directa entre el alcohol y la violencia.[6]
La conexión con la violencia de género agrega otra capa a esta problemática, ya que la violencia contra las mujeres constituye una violación directa de sus derechos humanos. La Organización Mundial de la Salud identifica la violencia como un problema de salud pública, destacando a las mujeres en relaciones de pareja como uno de los grupos más vulnerables. Esta violencia a las mujeres genera consecuencias físicas, psicológicas y sociales significativas, dicho problema se relaciona con el consumo de drogas, particularmente el alcohol.[7]
Además, es fundamental reconocer que la violencia de género afecta no solo la salud individual de las mujeres, sino también su participación plena en la sociedad. La violencia puede actuar como una barrera para el desarrollo personal y profesional de las mujeres, limitando sus oportunidades y prolongando desigualdades de género.
El vínculo entre el alcoholismo y la violencia es innegable, con consecuencias devastadoras para la salud física y mental de quienes consumen alcohol y para aquellos que los rodean. Las estadísticas alarmantes que se muestran resaltan la magnitud del problema, subrayando la importancia de generar medidas preventivas, políticas efectivas y concientización pública para abordar de manera integral este problema, promoviendo soluciones que no solo se centren en la persona afectada, sino que también en las personas que conforman su círculo social.
[1] Estudiante de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México Fes Acatlán colaboradora del programa Laboratorio de Derechos Humanos de la Defensoría Municipal de Cuautitlán Izcalli.
[2] Estudiante de Derecho Internacional de la Universidad Autónoma del Estado de México UAP Cuautitlán Izcalli, colaboradora del programa Laboratorio de Derechos Humanos de la Defensoría Municipal de Cuautitlán Izcalli.
[3] Defensor Municipal de Derechos Humanos de Cuautitlán Izcalli, y profesor del posgrado en Derecho de la Fes Acatlán, integrante del SNI, del CONAHCYT.
[4] https://www.insp.mx/avisos/5128-dia-uso-nocivo-alcohol.html
[5] https://news.un.org/es/story/2010/09/1199501
Esta columna se pudo realizar gracias al programa Buzón de Libros, así como al programa Laboratorio de Derechos Humanos, de la Defensoría Municipal de Derechos Humanos de Cuautitlán Izcalli.
[6] https://www.revistas.unam.mx/index.php/repi/article/view/61800
[7] https://www.medigraphic.com/pdfs/enfermeriaimss/eim-2020/eim202b.pdf