Ser Padre también es Ser Revolucionario

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Publicado en Opinión

Ser Padre también es Ser Revolucionario

Miércoles, 28 Febrero 2024 00:29 Escrito por 
Jorge Olvera García Jorge Olvera García Inventario

El viernes pasado transcurrieron 35 años de que la vida me obsequiara uno de los milagros más bellos que un humano puede experimentar, un hijo; entonces yo, con 25 años y la vida cargada de música, de poesía, de cantos, de color verde y oro; ese niño creció y se desarrolló a la par de mis sueños, estudio, convicciones, ideólogia, fútbol, folklore, guitarras y lo más sublime, la complicidad de su crecimiento con mi mirada.

Omar Salvador, Omar en honor al estadista panameño Omar Torrijos y Salvador en recuerdo del presidente chileno Salvador Allende, su nombre siempre cargado de una identidad y un sentido de pertenencia latinoaméricano, siempre subrayé que los nombres de los hijos deben otorgarles una historia, un vientre infinito, muchas posibilidades de creer en algo y alguien, y sobre todo crear su propia personalidad.

Hoy quiero compartir un poco de la vida de mi mejor amigo con un texto suyo y el círculo inexorable que encierra nuestras complicidades y nuestros cariños.

¡Felicidades Omar!

 

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Tres décadas y un lustro.

Si los perros supieran contar, dirían que he vivido casi dos vidas y media. Medio siglo menos quince años, o 3 décadas y un lustro. 365 por 35, o quizás solo un par de años más de los que vivió Cristo, o el Che Guevara. Hoy puedo jugar con los números como si se tratase de una pelota que gira o que rebota en el campo, pero hubo un tiempo en donde contar más allá de 10 era un logro, y saber multiplicar era una proeza destinada exclusivamente a los mayores.

En ese tiempo de inquietante inocencia mis días se medían en largos ciclos que oscilaban entre Navidades, mi cumpleaños, el día del niño, las vacaciones del verano, el día de muertos, y entonces se repetía la paradoja de ser feliz con poco más que un balón, una figura de Batman y una canción de los Beatles en domingo por la mañana. ¿Qué será de mí cuando al fin tenga 15 años? ¿Cuándo podré ser adulto al fin, dueño de mi propio destino?, me preguntaba. Crecer es una trampa cruel de la que nadie nos previene. Vaya ironía el querer crecer sin saber que la vida es mejor cuando tu tiempo en la tierra aún se puede resumir en un solo dígito. ¿Quién soy?, me preguntaba mientras caminaba de vuelta a la primaria sobre la calle de Gómez Farías, en fila india me decía mi madre, para evitar que un camión nos atropellara… ¿Por qué existimos?, le preguntaba a mi abuela antes de una aguerrida partida de turista mundial. Entonces vino ella, la música.

Entre guitarras, quenas, bombos, cantos y el humo del cigarrillo empecé a encontrar sentido a la existencia. Supe del amor por la voz de Miguel Jaimes, entendí que la bohemia y el folklore eran un estilo de vida. Que la nostalgia era un tiempo…

 

Que volverán esos días de antaño

cuando en mi barrio no era un extraño,

y las heridas en las rodillas

punzaban más

que los fuertes dolores de este corazón.

 

Entendí que la vida era una pelea en donde el oponente te golpea persistente como la gota en el cráneo de los presos en San Juan de Ulúa, te golpea frenético como la descomposición voraz de los átomos en Hiroshima y en Nagasaki, te azota como los feroces látigos en la piel de Jesucristo, te golpea como los violines de la primavera de Vivaldi, pero siempre golpe tras golpe y verso a verso como dijera Serrat, la vida te moldea o tú moldeas tu propio destino? Mandela recitaba en su oscura celda…

 

Más allá de la noche que me cubre,

negra como el abismo insondable,

doy gracias al dios que fuere

por mi alma inconquistable.

 

En las garras de las circunstancias

no he gemido ni llorado.

Sometido a los golpes del destino

mi cabeza sangra, pero está erguida.

 

Más allá de este lugar de ira y llantos

donde yace el horror de la sombra,

la amenaza de los años

me halla, y me hallará sin temor.

 

No importa cuán estrecho sea el camino,

ni cuán cargada de castigos la sentencia,

soy el amo de mi destino,

soy el capitán de mi alma.

 

I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

 

Aprendí inglés cuando aún era muy niño, como tuve que desaprender el español cuando a los 21 años llegué a Buenos Aires a preguntar por el camión y se burlaron de mí. El bondi, el colectivo, chamuyar, la carne asada, el tiro en el corazón de Favaloro, Chivilcoy y “una pasión es una pasión” y no se puede cambiar nunca de camiseta…

Pocos saben que viví la mejor época de mi vida en Buenos Aires, pero aún menos personas saben que Argentina no fue nunca mi primera opción. Primero fue Texas, frustrado idilio norteamericano que después reivindicaría pisando 48 de los 50 Estados de la Unión Americana. Italia, otro sueño perché l’italiano è una delle lingue più belle del mondo. Pero no, Elegí Argentina porque el sueño de mi padre era conocer el suelo argento, y su ahora oculto temor por subirse a un avión sería solo derrotado si yo lo llevaba conmigo.

En 35 años he visto los Apalaches, las Rocallosas, Los Andes, los Pirineos, los Alpes, y más de 5 mares. Pero nada me ha maravillado más que ver nacer la carne de mi carne. Victoria, Autonomasia de todo lo que es y será, Helena, la luz que ilumina al mundo, tinta que adorna sempiterna mi brazo izquierdo, la carta que le escribí en la hora de su alumbramiento se la leeré cuando decida volar lejos de mi nido.

En 35 años he vivido en carne propia y ajena el dolor de un corazón desgarrado, pero también he podido sonreír y volar con la luz de un nuevo amor. Recogiendo los pedazos y volviendo a creer como dijera Filio. Todavía suenan las alarmas…

Yo te escribí, a ti Ania,

¿Qué andarás haciendo ahora? ¿Dibujarás constelaciones en los huecos de tu almohada?

¿Insomne pensarás en mí? ¿Anotarás como yo las cosas que habrás de contarme?

Habrá que ser astutos para no confundirnos. Las almas colisionan cuando más caótico es su rumbo. Es quizá esa la razón que busco en el buró, la de saberte rota y descubrirme en cada afilado escombro de tu corazón; la de saberme roto y figurarme tus manos escarbando en mis heridas tesoros no resueltos.

Es mucho y a la vez poco lo que puedo resumir de estos 35 años, después de todo la vida es relativa como el tiempo, y el amor es la única fuerza que puede trascender por el tiempo y el espacio.

 

Queda mucho por

delante, pero sobre todo, hay mil cuentos por compartir.

Vida aquí estoy, de pie como los árboles que aún en la derrota sollozan de pie. Vivir no es una tarea sencilla, vivir no es para los cobardes, si vis pacem para bellum, si quieres paz prepárate para la guerra.

He visto sangrar el alma de mis hermanos, pero mientras me quede aliento en los pulmones, seguiré luchando con la cara al viento, con el coraje de mi sangre y mis arrugas como cicatrices del vivir.

Vida aquí te espero, solo nunca estaré, pues conmigo llevo el recuerdo de quienes me han forjado hombre, y a quienes siempre sonreiré con el corazón abierto.

Vida allá nos vemos, después de todo hay que tener siempre la calma de leer a Benedetti y detenerse a oler el paisaje.

De vez en cuando hay que hacer
una pausa contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.

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