La educación en México está varada. Quizá desde hace décadas. Se ha tratado de renovarla de distintas maneras, cambiando el nombre de los objetivos, del plan de estudios. Siempre diciendo que es para mejorarla por el bien de los estudiantes, sin embargo, el rezago educativo es evidente, jamás nos repusimos de la pandemia. Simplemente avanzamos a ciegas con lo que había. En el caso de las escuelas particulares continuaron dando clase con plataformas que podían recibir tareas y crear contenidos para no perder el año.
En el caso de la educación pública fue a tientas por medio de mensajes de WhatsApp o por correo, algunas llamadas y un portafolio enorme de tareas que no sirvió para nada, pues solo pocos estudiantes las hacían y los demás dejaban que los días pasaran, además que iban a hacer, ¿perseguirlos?
El golpe final lo dio la SEP, todos debían pasar y ser maestro se convirtió en una broma. En gritar en cámara de desesperación porque no se conectaban o poner un seis a alguien que ni conocían. Y qué tal los que jamás pudieron tener internet ni conectarse, simplemente pasaron.
Tres años después, una generación de prepa o secundaria nos muestran la verdadera cara de ese tiempo.
No se necesita ser conocedor, solo observador. La depresión aumentó en los estudiantes. Ataques de llanto y dificultad para relacionarse. Ansiedad por estar en un salón y ser contagiados de alguna enfermedad. O en el peor de los casos sobrellevar su vida sin un padre, una madre o alguien querido.
En el ámbito académico, las secuelas de esa pandemia nos han dejado estudiantes zombis que no se pueden separar de su teléfono, dispositivos que les dictan cómo deben comportarse e incluso lo que deben pensar.
Plataformas educativas que "evolucionaron" y pasaron de detectar plagio a crearlo a partir de una inteligencia artificial que puede parafrasear para que no detecten que lo hicieron.
¿Y dónde quedó la educación? En el montón de cosas que hay que arreglar, desde las aulas, hasta la intervención en el salón.
En México la situación es extrema, no tenemos libros de texto bien revisados, pero eso sí, casi todos cuentan con un teléfono para poder copiar o tratar de engañar al profesor.
Por otro lado, la deserción escolar por pobreza o porque se unen a grupos delictivos va creciendo, pues prefieren tener dinero rápido a esperar una oportunidad, en esta tierra donde lo que menos hay es lugares para los profesionistas.
Entonces, sin infraestructura, sin planes y programas concretos, sin herramientas para ser inclusivos, sin profesores bien pagados, los estudiantes se convirtieron en presas fáciles de la manipulación.
A esta lista, podemos añadir la corrupción de algunos maestros y estudiantes que ya no persiguen el conocimiento, sino el sobrellevar la situación y salir bien librados.
Y creo que todo esto termina sirviéndole a los gobiernos para no tener personas pensantes y reflexivas, sino títeres que pueden manejar a su antojo.
Es necesario preguntarse si hay un rumbo en la educación, quizá deberíamos preguntárselo a la inteligencia artificial.