Escribo esta columna desde lo más profundo de mis convicciones personales, académicas y políticas. John F. Kennedy, conocido como JFK, ha sido una figura central en la cultura política y social de los Estados Unidos. Su presidencia, aunque breve, dejó una marca indeleble en la historia mundial y su legado sigue inspirando a generaciones.
Parafraseando al gran Omar Torrijos: el hombre, pero sobre todo el nombre, tienen rango y jerarquía. Es ahí, donde cabe y se multiplica lo que JFK representó para la cultura política y social de la cultura estadounidense. El expresidente norteamericano tenía un carisma y una presencia que lo diferenciaban de sus contemporáneos. Un claro ejemplo de esto fue el primer debate presidencial televisado en 1960. Frente a Richard Nixon, Kennedy no solo mostró dominio de los temas políticos, sino también un carisma que cautivó a la audiencia. Este debate marcó un antes y un después en la política estadounidense, donde la imagen y la comunicación televisiva cobraron una importancia sin precedentes.
Es una figura de culto al que tuvimos la oportunidad de recibir en México durante el mandato del mejor presidente que ha tenido este país, me refiero al hermano mayor de la Universidad Autónoma del Estado de México, Adolfo López Mateos, otro político de gran prestigio y jerarquía que llevó a México a momentos de estabilidad y progreso inigualables.
Durante su visita a México en 1962, Kennedy dijo: "La geografía nos ha hecho vecinos, la historia nos ha hecho amigos, la economía nos ha hecho socios y la necesidad nos ha hecho aliados. Aquellos a quienes Dios ha unido de esta manera, que ningún hombre los separe". Estas palabras resuenan con fuerza hoy, recordándonos la visión de un líder que entendía la importancia de las relaciones internacionales basadas en el respeto y la cooperación mutua.
John F. Kennedy, con su vibrante energía y su visión progresista, capturó la imaginación de una generación.
Sus discursos, cargados de esperanza y determinación, marcaron un antes y un después en la manera de concebir el liderazgo político. "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país", proclamó en su discurso inaugural, una frase que ha quedado grabada en la memoria colectiva como un llamado a la acción y al servicio público.
Otro aspecto destacable de su presidencia fue su visión para la exploración espacial. En 1961, ante el Congreso, declaró: "Creo que esta nación debe comprometerse a lograr la meta, antes de que termine esta década, de llevar a un hombre a la Luna y devolverlo sano y salvo a la Tierra". Este ambicioso objetivo se materializó en 1969, cuando Neil Armstrong puso un pie en la Luna, un logro monumental que subrayó la capacidad de innovación y liderazgo de Estados Unidos.
Su presidencia no estuvo exenta de desafíos. La crisis de los misiles en Cuba en 1962 puso al mundo al borde de una guerra nuclear. Su manejo de la situación, combinando firmeza y diplomacia, evitó una catástrofe global. "Nunca debemos negociar por miedo, pero nunca debemos tener miedo de negociar", expresó, subrayando la importancia de la diplomacia en tiempos de tensión.
Hoy, seis décadas después de su trágica muerte, la llama eterna en Arlington no solo conmemora a un hombre, sino también a un ideal. Representa la lucha por un mundo más justo, por la igualdad de derechos y oportunidades, y por la paz mundial. Kennedy, a través de sus acciones y palabras, sigue siendo una fuente de inspiración para aquellos que buscan liderar con integridad y coraje.
Su legado es un recordatorio de que el liderazgo verdadero no solo se mide por los logros alcanzados, sino por la inspiración y el cambio que se logra en los corazones y las mentes de las personas. Como dijo en uno de sus discursos más memorables: "El cambio es la ley de la vida. Y aquellos que solo miran al pasado o al presente seguramente se perderán el futuro".
Así, en cada visita a su tumba en Arlington, en cada reflexión sobre su vida y sus palabras, recordamos que la llama de John F. Kennedy no solo arde en el mármol de un monumento, sino en el espíritu de todos aquellos que buscan un futuro mejor para sus países y para el mundo.