No cabe duda, el tiempo es implacable, todo tiene un inicio y un fin, y lo que realmente importa al final del ciclo, como es en el caso del que corresponde a la administración pública, es lo que se hizo, o pudo hacerse y no se logró; con esto, se cubre con el trámite respectivo, porque son las decisiones iniciales las que pudieron marcar un rumbo distinto.
Claudia Sheinbaum se encuentra entre dos caminos, no hay un tercero, o la posibilidad de evitar transitarlos. Las reformas que le interesan al presidente Andrés López Obrador tienen grandes posibilidades de avanzar sin problema alguno en el Congreso, gracias a la gran mayoría con la que cuenta su partido, y, como le gusta y exige el originario de Macuspana, sin que se le cambie una sola coma.
Si en algún momento la virtual presidente electa pensaba que su andar por los pasillos de Palacio Nacional iba a ser un delicioso paseo y que todo sería miel sobre hojuelas, pronto se enfrentaría a una gran realidad de la que tiene que decidir ya mismo, o se determina por la obediencia ciega que juró a su líder o, toma las riendas desde este momento del gobierno que encabezará.
Una gran mayoría de analistas, líderes de opinión, clase política, gobernadores morenistas y sociedad civil, está expectante, como pocas veces, ante la determinación que tome, y es sencillo; se comporta como la nueva presidente marcando diferencias, pensando en su posible legado y en su presentación estelar como posible estadista o, se convierte en ese cordero dócil a los designios de su líder y le cumple lo que siempre fue su objetivo.
Complicado para la morenista, porque para nadie es un secreto que la mayoría, si no es que todos: gobernadores, legisladores y planillas de Ayuntamientos, fueron palomeados por el líder natural de Morena, por lo tanto, es lógico pensar que todos ellos se sienten comprometidos con el que los favoreció, no con Sheinbaum, a ella no le deben el favor.
En el Congreso que inicia en el mes de septiembre, se encuentran representantes del ala más radical de Morena, los que siempre mostraron disposición a las peores prácticas, incluso, a tragar la cantidad de sapos que fueran necesarios; con el propósito de cumplir con los caprichos de su amado líder, y cuando se dice que están dispuestos a todo, es, en efecto, a todo.
Por otro lado, la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, tiene un gran peso de responsabilidad sobre los hombros, ¿cómo va a guiar el destino del país en los próximos seis años, y cómo desea ser recordada, como una copia o, como alguien diferente, con ideas y proyectos propios, o al menos, con un toque personal?
De entrada, los mercados financieros ya le dieron una probadita de lo que puede suceder si se comporta leal con el 90% exigido por López Obrador, tiene la posibilidad de cambiar de pronto la jugada; de hecho, ya lo hizo en una ocasión con su ex esposo Carlos Imaz Gispert, tendrá que decidirse entre ser práctica, o comportarse como se ha previsto.
La pregunta simple y llana es: ¿habrá parricidio político?
Únicamente Sheinbaum sabe lo que pasa por su cabeza, aunque sea en apariencia, porque si sigue la lógica que impuso en obediencia durante su gobierno en la Ciudad de México, y especialmente durante su campaña presidencial, terminará entonces por darle gusto al tabasqueño, quien, aun como presidente, puede darse el lujo de ver su deseo realizado.
Aunque el mensaje será peor; tanto al interior, como al exterior del país: ¿quién va a darle crédito a lo que haga o diga la nueva presidente?, y eso de que no habrá sumisión, como lo adelantó Juan Ramón de la Fuente, posible canciller y jefe de gabinete, respecto de la administración que termina, se quedará en el limbo.
Si Claudia Sheinbaum se decide por la obediencia a ciegas, tendrá que enfrentar las consecuencias, en particular, las económicas que eso representa, así como a la cerrazón hacia el país y los conflictos que desembocarán en demandas internacionales con los socios comerciales de México.
Si se decide por lo práctico, darle oído a su asesor intelectual, Juan Ramón de la Fuente, tendrá que enfrentar la ira de López Obrador, y muchos ya saben lo que eso significa, sin dejar de recordar que precisamente en el gobierno saliente se presentó, votó y confirmó la revocación de mandato, que no es otra cosa que la consulta popular de permanencia en el cargo, y un López enojado, no desea enfrentarlo nadie.
Por otro lado, nada tiene necesariamente por qué ser igual, ni tienen por qué parecerse las formas de un presidente con otro, menos aún, con quien llevó a cabo una destrucción brutal de las instituciones públicas y que se empeñó en dividir a los mexicanos, aquel que para octubre, dejará la silla del águila.
Claudia Sheinbaum, con todo el poder que hereda, podrá configurar para bien o para mal el inicio de una época distinta, con una política que no esté tan inclinada al populismo, menos al radical, ni tan inclinada al neoliberalismo; podría ser el surgimiento de un nuevo contexto nacional, uno que sí responda a las necesidades de todos los sectores de la sociedad mexicana.
¿Habrá o no reconciliación con todos los actores de la sociedad? o ¿la nueva titular del ejecutivo federal se convertirá en la más radical de los radicales y continuará con la destrucción?, todo quedará en la decisión de quien en octubre asuma la responsabilidad máxima de la nación Azteca.