Todos, todas y todes: El poder del lenguaje inclusivo

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Publicado en Opinión

Todos, todas y todes: El poder del lenguaje inclusivo

Miércoles, 12 Junio 2024 01:00 Escrito por 
Ivett Tinoco Ivett Tinoco Matices

Desde pequeña, aprendí que en contextos grupales o colectivos, el uso del lenguaje genérico me incluía como mujer. No había ninguna duda al respecto. Para mí, términos como "alumnos", "compañeros", "amigos" y "hermanos" abarcaban tanto a hombres como a mujeres. En mi percepción, estas palabras no excluían a las mujeres; al contrario, nos integraban en la conversación y en la categoría mencionada. Así, cuando se hablaba de los "alumnos", sabía que yo, como estudiante, también estaba siendo reconocida. Del mismo modo, al referirse a los "compañeros" o "amigos", daba por hecho que esa mención me comprendía a mí y a otras mujeres que formaban parte del grupo.

Por eso, cuando las luchas feministas comenzaron a exigir un desdoblamiento del lenguaje para visibilizar a las mujeres de manera explícita, solicitando que se hablara de "compañeros y compañeras", "alumnos y alumnas", "amigos y amigas", "hermanos y hermanas", me resultó difícil de aceptar. Hasta entonces, había interiorizado la idea de que el lenguaje genérico incluía a todos, sin necesidad de especificar géneros. La propuesta de usar formas más inclusivas no sólo me exigía un cambio en la manera de hablar, sino también una transformación profunda en mi forma de pensar. Me obligaba a reconocer que el lenguaje genérico, que siempre había percibido como inclusivo, en realidad invisibilizaba a las mujeres y perpetuaba una cultura de desigualdad y exclusión.

Apenas había logrado comprender la importancia del desdoblamiento del lenguaje en "todas" y "todos", cuando comencé a escuchar términos como "todes". Este cambio me resultó aún más complicado de entender y aceptar. Mi resistencia fue considerablemente mayor, y defendía con firmeza la idea de que con "todas" y "todos" ya se lograba una inclusión adecuada. No entendía en ese momento que mi forma de interpretar el mundo estaba profundamente arraigada en una visión binaria de género, y que esta perspectiva ya no era compatible con las nuevas generaciones, que abogan por una comprensión más amplia y diversa de la identidad y la expresión de género.

La introducción del término “todes” me confrontó con la realidad de que la lengua es un reflejo vivo y dinámico de la sociedad y que, para muchas personas, las categorías tradicionales de género no bastan para abarcar la complejidad de sus identidades. Me di cuenta de que mi resistencia no sólo era una defensa de la gramática a la que estaba acostumbrada, sino también una barrera para reconocer y validar las experiencias de aquellas personas que no se identifican dentro de los límites binarios de "hombre" y "mujer".

El uso de "todas", "todos" y "todes" refleja una pluralidad lingüística que promueve el reconocimiento y respeto hacia la diversidad. Cada una de estas formas es más que una simple variación gramatical; representa una postura consciente frente a la inclusión y la equidad. Demandar que se utilicen estas expresiones no sólo es una cuestión de corrección política, es un acto que desafía el status quo del poder y las estructuras políticas tradicionales.

Al insistir en la adopción de un lenguaje inclusivo, cuestionamos las normas establecidas que históricamente han invisibilizado a ciertos grupos y perpetuado dinámicas de exclusión. Esta demanda de reconocimiento lingüístico pone en tela de juicio las jerarquías de poder que deciden qué voces son dignas de ser escuchadas y representadas en el discurso público. En esencia, el uso de "todes" junto a "todas" y "todos" es una declaración política que aboga por una sociedad más justa y equitativa, donde todas las identidades sean valoradas y respetadas.

Soy consciente de que cuando se utiliza la expresión “todos”, no me siento incluida, aunque quien lo diga pueda asumir lo contrario. Este término ha sido históricamente empleado como un genérico que invisibiliza a las mujeres y refuerza la percepción masculina como norma. De igual manera, cuando se menciona “todes”, me doy cuenta de que no pertenezco a esa categoría específica, ya que este término busca abarcar a quienes no se identifican dentro del binarismo de género tradicional. Sin embargo, cuando se dice “todas”, me siento reconocida y representada explícitamente como mujer.

Hoy comprendo que el lenguaje no es meramente descriptivo, sino constitutivo; que define y da forma a nuestra realidad social y a cómo nos percibimos. Tengo claro que cada una de estas formas lingüísticas, “todos”, “todas” y “todes”, cumple una función específica en la inclusión de diferentes identidades y experiencias. Sé que el lenguaje tiene el poder de nombrar, validar y dignificar a todas las personas, reflejando y respetando la diversidad de nuestra sociedad.

Cada vez que utilizamos una palabra, estamos participando en la construcción de la realidad y en la representación de diferentes identidades. Es crucial preguntarnos: ¿Qué otros términos debemos incluir en nuestra manera de hablar? La respuesta es tantos como la sociedad evolucione y requiera, para nombrar y visibilizar aquello que aún no hemos sido capaces de ver. Es un proceso continuo de aprendizaje y adaptación que refleja nuestro compromiso con la inclusión y la equidad. “Nuestro lenguaje es el reflejo de nuestra humanidad. Que todas, todes y todos sean nombrados con amor y respeto…”

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Ivett Tinoco García

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