Qué descaro

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Qué descaro

Miércoles, 19 Junio 2024 00:08 Escrito por 
Alfredo Albíter González Alfredo Albíter González Lo bueno, lo malo y lo serio

Algunos presumirán con un cinismo de alcances épicos que nos encontramos en tiempos de definiciones. En los últimos días se ha leído, escuchado y visto a personajes insignes en política acomodarse con desesperación del lado que consideran es el correcto de la historia, y ese lado no es otro por el momento, que el que define Morena y su creador.

Morena no es un ente diferente que la personificación misma del presidente Andrés López Obrador; es su visión, su vehículo y su apoyo para lograr lo que se le negó por 18 años o más: el poder. No hay nada que ambicione más que lo que éste representa. Lo demostró con acuciosidad y emprendió su camino hacia su objetivo desde el día uno de su gobierno.

En la búsqueda de ese propósito, determinado caminó como ningún otro por todo el territorio nacional y, aunque no pudo responder correctamente cuando se le preguntó de cuántos municipios se componía la cartografía nacional, lo importante siempre fue la de identificar los problemas sociales. En efecto, descubrió en su andar aquello que de verdad carece ese grueso del pueblo que se siente abandonado y usado por anteriores administraciones. El rencor.

Lo que sí supo aprovechar y muy bien López Obrador, fue ese rencor generado por el abismo de la distancia entre los que obtuvieron ayuda gubernamental y los que quedaron rezagados. Haciendo uso de sus apuntes, dimensionó el potencial que le representaba ese abandono, con el resultado consecuente, y que entonces, podría aprovecharlo en su favor. Y, lo hizo.

En apariencia, recoger el sentir de los más necesitados, de los abandonados por el volumen social incrustado en una selva de concreto, se percató que el campo y las comunidades más alejadas tenían poca o nula de atención y preocupación de la clase gobernante.

Entendió bien las carencias, por lo que se propuso a tomarlas en consideración; desgraciadamente, la razón no fue para rescatar de la pobreza y de la pobreza extrema al sector menospreciado por una comunidad más interesada en buscar un mejor estatus que en jalar a los más necesitados hacia un escalón menos doloroso y con mejores oportunidades de vida. El diagnóstico fue el mejor, solo que el fin fue lo nefasto, utilizarlos como vía para lograr alcanzar su objetivo y satisfacer su ambición personal.

Hoy, los que escriben maravillas y reconocen en López a un personaje de dimensiones históricas, pretenden romantizar los medios y los modos; a ellos, no les interesa un país plural, menos aún a quienes en este momento cuentan con el respaldo que les dieron millones de votantes. Bajo estas condiciones no les importará atropellar y pasar por encima de quienes no piensan igual que ellos, lo harán y lo harán con saña desmedida.

Por otro lado, y como cómplice, una gran parte de la sociedad a la que no le importó reflexionar sobre lo que significa y representa el alcance del nuevo sistema; en el que, increíblemente, se encuentra una muestra muy significativa de la clase media, esa clase tan insultada y menospreciada por el tabasqueño, a quienes se lee que si no les importó eso, menos les importó, como lo demostraron, el método que hoy utiliza el gobierno para lograr el adiestramiento de un solo pensamiento.

No obstante, esa mayoría que respalda a su verdugo, tiene que prepararse para convertirse en observadores momificados cuando el nuevo gobierno empiece a restar libertades constitucionales; ante ello y aunque se trate de una enorme cantidad de votantes, no quiere decir en automático que tienen razón. Durante casi 6 años en las mañanas se ha recitado el mismo discurso, no es de extrañarse que una buena parte de personas se lo aprendió.

Anteponiéndose siempre como víctima, el presidente se dice perseguido y atacado por un poder superior, ese, que no lo deja gobernar y que le ha inventado una cantidad increíble de falsedades; pero el tabasqueño combatió ese supuesto enfrentamiento con más mentiras; a pesar de ser abismalmente desigual, violando todo valor ético de equilibrio aceptable en condiciones de lucha democrática por el poder o por intentar arrebatárselo.

Los que intentan imponer a López a la misma altura de Benito Juárez, no quieren reconocer que es éste el gobierno líder en permitir más violencia, que se ha equivocado en decisiones importantes de trascendencia; existe una cantidad incontable de errores y fallas que es inaceptable que la supuesta fuerza opositora no haya aprovechado.

De hecho, los dirigentes de los partidos PAN y PRI, se la pasaron ensimismados y pensando en el futuro, pero el de ellos, nunca entendieron la dinámica que debieron seguir; nunca colocaron un solo tema que arrebatara el interés general. Lo triste, es que existe una gran variedad que bien pudieron explotar. En este sentido, la composición de opositores actual no le sirve a nadie, únicamente a ellos mismos, pues ya se garantizaron acomodo en el Congreso.

Si el problema que representa la inseguridad en su cruda y justa dimensión, cuyos alcances pudieran ser explicados y repetirse todas las mañanas ante el micrófono más potente de México, aun por la mitad del tiempo del sexenio, terminarían por permear, al menos, de que existe un culpable con nombre y apellido por su incremento.

No, no se trata de un personaje que emule a un fenómeno épico, se trata de quien supo utilizar todos los medios a su alcance para imponer su visión y elegir a un enemigo común, independientemente de los socios que voluntariamente buscó y convenció, esos socios, por cierto, se encargaron de hacer el trabajo sucio. Las pasadas elecciones se distinguieron por ser las más violentas de la época moderna; además, el uso de recursos públicos y programas sociales con el mensaje de los servidores de la nación repitiendo que los enviaba el presidente, robusteció su imagen, amén de que eso no es nuevo, fue utilizado por el PRI por décadas.

Ahora, quienes escriben maravillas del líder morenista, ocultan su actuar anti demócrata y quieren imponer la visión de un personaje único, sabio y bueno, que rompe con el molde de otros; sin embargo, con descaro termina por parecerse a aquellos a tal grado que no se sabría distinguir quién es quién.

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Alfredo Albíter González

Lo bueno, lo malo y lo serio