El enfoque con el cual se analizan y gestionan los desastres que impactan al mundo nació formalmente hace 30 años en Japón, a través de la Estrategia y Plan de Acción de Yokohama para un Mundo más Seguro, establecida por el consenso de representantes expertos de más de 120 países que se reunieron del 23 al 27 de mayo de 1994, para deliberar cómo enfrentar de mejor forma las amenazas globales, mediante la cooperación internacional, en la Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres Naturales, convocada por la Asamblea General de la ONU.
Teniendo como sede a uno de los países que históricamente ha enfrentado los peores efectos destructivos provocados por la fuerza de la naturaleza y de la actividad humana, y reunidos por la genuina preocupación de reducir los impactos sociales y económicos que los desastres naturales habían generado durante la segunda mitad del siglo XX, en términos de vidas humanas, recursos naturales e infraestructura en los países en vías de desarrollo, dicho cónclave mundial sentó las bases de un paradigma que pretendía resolver una problemática en constante ascenso.
Los antecedentes de la Estrategia de Yokohama fueron las resoluciones No. 42/169 del 11 de diciembre de 1987 y la No. 43/202 del 20 de diciembre de 1988, ambas tomadas por la Asamblea General de la ONU, en las que respectivamente se reconoció que los desastres naturales ya habían afectado negativamente la existencia de muchas personas, ocasionando considerables daños a la infraestructura, al medioambiente y, reconociendo también que la comunidad internacional se encontraba en las mejores condiciones para enfrentar este reto, se decidió designar el decenio de 1990 como un periodo de diez años en los que se prestaría especial atención al fomento de la reducción de los desastres naturales, principalmente en Asia, África y América Latina y, para tal efecto, se habría de estructurar un marco adecuado de cooperación y la firme determinación política para movilizar y utilizar conocimientos científicos y técnicos para mitigar sus efectos.
En consecuencia, el acúmulo de tres años de trabajo deliberativo se consolidó en la resolución No. 44/236 Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, firmado en la 85a. Sesión Plenaria del 22 de diciembre de 1989, cuyos principales acuerdos fueron: 1. Se declara el Decenio…, a partir del 1o de Enero de 1990; 2. Se decide designar el segundo miércoles de octubre como Día Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, que la comunidad internacional observará todos los años durante el Decenio –del 1990 a 1999–, según sus objetivos y metas; 3. Se aprueba el Marco Internacional de Acción para el Decenio. 4. Se pide al Secretario General que señale la atención prioritaria de la presente resolución a todos los gobiernos, organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales.
En líneas generales, el objetivo del Marco Internacional de Acción del Decenio Internacional consiste en reducir la pérdida de vidas, daños materiales, trastornos sociales y económicos causados por desastres naturales como terremotos, vendavales, inundaciones, desprendimientos de tierra, etc., a través de la cooperación internacional, a efecto de lograr cinco metas específicas: 1. Mejorar la capacidad de respuesta de cada país; 2. Aplicar conocimientos científicos y técnicos para reducir la pérdida de vidas humanas y bienes; 3. Elaborar Directrices y Estrategias tomando en cuenta las diferencias culturales y económicas entre los países; 4. Difundir información para evaluar, predecir y mitigar los efectos de los desastres naturales; 5. Establecer programas de asistencia técnica y transferencia de tecnología, educación y formación para evaluar la eficacia de los programas de reducción de desastres.
En contexto, México forma parte de la ONU desde 1945, por lo tanto el Marco Internacional de Acción para Decenio Internacional, en su calidad de Tratado Internacional firmado por nuestro país, debió adquirir un carácter de obligatoriedad para las políticas públicas de su momento, en 1990, por lo tanto su Objetivo y Metas debieron ser atendidas prioritariamente, aún más con el telón de fondo de los efectos catastróficos de los sismos de 1985, sin embargo no fue así. Treinta años después siguen sin alcanzarse y sin evidencia de que exista una voluntad contundente por alcanzarlas. ¿Hasta cuándo la inacción y la conmemoración testimonial de cumbres y cónclaves globales dejarán de ser lo que, efectivamente, sí se cumpla? Esto es también protección civil. ¡Que su semana sea de éxito!
Hugo Antonio Espinosa Ramírez
Funcionario, Académico y Asesor en Gestión de Riesgos de Desastre
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