En numerosas ocasiones, se ha referido a AMLO como "el ajedrecista", un apodo que refleja su maestría para manejar el tablero político con precisión. Como un estratega experimentado, sabe qué piezas sacrificar y siempre anticipa varios movimientos adelante. Para su proyecto de transformación, supo interpretar con agudeza las estadísticas que revelan un México profundamente empobrecido y desigual, logrando enraizar su discurso en los sectores más vulnerables: las clases trabajadoras, las comunidades rurales y los jóvenes, cuyo futuro parece marcado por la precariedad. Estos grupos se convirtieron en una base de apoyo sólida. Para la mayoría de sus seguidores, más que "morenistas", son “obradoristas”.
Durante su mandato, AMLO mantuvo un férreo control del debate público, neutralizando a sus opositores y extendiendo su influencia más allá de la presidencia. Al conformar el gabinete de Claudia Sheinbaum, su sucesora, deja entrever una estrategia clara para asegurar la continuidad del "obradorismo" en las principales esferas del poder. No sólo importa cuántos cargos impuso, sino las posiciones clave que ocuparán. Un ejemplo central es la Secretaría de Gobernación, una pieza fundamental en este tablero político. Al frente de esta dependencia estará Rosa Icela Rodríguez, una persona de toda la confianza de AMLO y leal a su proyecto.
El nombramiento de Luisa María Alcalde como presidenta de Morena, inicialmente percibido como algo de poca trascendencia, revela hoy ser un movimiento estratégico más profundo. El plan parece claro: posicionar a Andrés López Beltrán, hijo de AMLO, como secretario general del partido, lo que permitiría controlar las candidaturas y, por ende, garantizarse la lealtad de alcaldes, gobernadores y legisladores. Mantener en jaque a la "reina" (Sheinbaum) requiere una estructura bien alineada y sólida.
En este complejo tablero, no se puede ignorar la Ley Federal de Revocación de Mandato, elevada a rango constitucional en 2021, que AMLO presentó como un mecanismo de democracia participativa. A través de este instrumento, los ciudadanos podrán decidir si ratifican o no la continuidad de Sheinbaum a mitad de su mandato. Para activar el proceso de revocación, se necesita el 3% del padrón electoral (alrededor de 2.7 millones de personas) de al menos 17 entidades federativas, y para que sea vinculante, se requiere la participación del 40% del electorado. Si la mayoría vota por la revocación, la presidenta sería destituida, y el Congreso de la Unión tendría que designar a un presidente interino o sustituto. La primera en la línea de sucesión sería la secretaria de Gobernación, una pieza clave en esta estrategia.
Ahora entiendo por qué llaman a AMLO "el ajedrecista". Su capacidad para anticipar movimientos, mover las piezas adecuadas y sacrificar lo necesario para alcanzar un objetivo mayor es innegable. Sin embargo, la verdadera incógnita es si Claudia Sheinbaum podrá convertirse en su "Gambito de Dama". La referencia no es casual: al igual que Beth Harmon en la serie de ajedrez, Sheinbaum se enfrenta a un escenario político lleno de reglas preestablecidas y actores poderosos. Tendrá que poner a prueba su capacidad estratégica, empoderarse y demostrar control sobre su propia gestión.
Para Sheinbaum, será fundamental tener una visión clara de los próximos movimientos, anticipando las reacciones tanto de sus aliados como de sus opositores. Deberá encontrar su propia voz en un entorno donde la sombra de AMLO aún es muy fuerte. Tomar el control efectivo de su administración será uno de sus mayores desafíos, especialmente cuando enfrente la prueba de la revocación de mandato, un mecanismo que podría poner su liderazgo en juego a mitad del camino. Además, deberá navegar entre las expectativas de su base y las de aquellos que buscan su fracaso.
¿Podrá soportar las presiones internas y externas, sortear las trampas del poder y evitar convertirse en una pieza más dentro del ajedrez político de AMLO? La respuesta definirá no sólo su liderazgo, sino el futuro del movimiento político que ambos encabezan.