Como ya mencionábamos en la entrega anterior y derivado de que no se avizoraba un buen futuro para las y los trabajadores en cuanto a las tasas de reemplazo (monto de pensión) que otorgaría el esquema de cuentas individuales (AFORE), desde al inicio del sexenio del expresidente López Obrador, en nuestro país se planteó la necesidad de una reforma de gran calado en materia pensionaria; que para darse deberían eliminarse las cuentas individuales y refundarlo mediante un esquema inclusivo que además de los trabajadores del mercado formal; contemplara también a todos aquellos que se ubican en la informalidad, en la economía digital y trabajando por cuenta propia; es decir, conteniendo varias columnas y estableciendo una combinación de beneficios definidos y contribución definida.
Sin embargo, esto último no sucedió y el 16 de diciembre de 2020 se decretó una reforma que, si bien es cierto contiene algunos avances, no alcanzó los niveles de ese “gran calado” del que se habló; ya que es de reconocer que el aumento de la aportación del empleador del 5.15% al 13.875%; la disminución transitoria de las semanas de cotización para acceder a la pensión, de 1,250 a 750, para su posterior fijación paulatina en 1,000 semanas; el aumento en la pensión mínima garantizada; la disminución en el cobro de las comisiones; entre otros aspectos, constituyen significativos avances ; no obstante, es también de reconocer que, es insuficiente; ya que, el problema de fondo, como ya lo dijimos, es el esquema pese y ante ello el problema no se resuelve; sino que se le aplicó un paliativo; lo que nos lleva a precisar que como tarea pendiente, desde los diferentes sectores productivos se debe continuar planteando reabrir el debate pensionario, en la búsqueda de alternativas de solución.
Lo último que sucedió en lo que a pensiones concierne en el país, se dio el pasado 1 de mayo del presente año, cuando después de un gran debate y controversia se publicó el Decreto por el que se creó el Fondo de Pensiones para el Bienestar (FOPEBI); mismo que tiene como objetivo, una vez más, parchar el esquema de cuentas individuales, complementando para un grupo de trabajadores sus raquíticas pensiones; pero que al igual que en la reforma del año 2020 crea un esquema discriminatorio que fortalece a los trabajadores de ingresos bajos ($16,778.00) y castiga a los que se encuentren por encima de ese monto, no proporcionándoles beneficio alguno.
Casi a la par de la etapa neoliberal (años 90), se consolidó lo que llamamos plataformas digitales, lo cual se dio a través del acceso y generación de contenidos digitales por parte de un segmento de la población, ya visto esto como un activo, lo que posibilitó su vertiginosa propagación; siendo adoptadas en primera instancia, sobre todo, por los jóvenes.
No obstante, es en el año 2000 el momento en que el término digitalización se utilizó ya ampliamente como concepto y argumentación del prólogo en la masificación de las Tecnologías de la Información (TI) y el rampante uso del Internet en todo nivel.
Lo anterior creó un nuevo segmento económico al que se le denominó Economía de plataformas y el punto de inflexión se dio en la crisis financiera de 2008, que estimuló el diseño de novedosos modelos de plataformas de intercambio de activos; tales como Airbnb y de trabajo como TaskRabbit.
Es la coyuntura de las innovaciones tecnológicas la que genera oportunidades de empleo bajo nuevas modalidades que; por supuesto, cambian la típica relación trabajador-empleador, a tiempo completo y plazo definido y nace el trabajo en plataformas digitales, éste se da mediante actividades en las que la conexión entre la demanda y la oferta de servicios laborales tiene como medio una plataforma en línea (“El trabajo en plataformas: ¿una oportunidad?).
Las plataformas existentes hoy en día, operan en distintos segmentos de la economía y van desde el transporte, como Uber; de entrega de productos, como Rappi; de ventas y entrega a domicilio como Amazon; entre otras.
De tal forma que, el entorno digital día a día cobra mayor fuerza y, por consiguiente, aglutina a mayor número de trabajadores; especialmente jóvenes, que desde la etapa temprana de estudiantes; recién egresados de sus carreras o ante la pérdida de su empleo; entre otras circunstancias; encuentran en la economía digital una fuente de desempeño y de ingresos.
Así mismo; población de otros segmentos etarios (migrantes digitales) y que por propia necesidad han tenido que aprender sobre cuestiones tecnológicas, se han incrustado en la economía colaborativa; siendo también uno de los atractivos de estos esquemas de trabajo el fenómeno de la flexibilidad laboral; que desde mi particular punto de vista representa una trampa para la disminución salarial, el decremento de condiciones de trabajo y la evasión de obligaciones legales laborales de parte de los empleadores; entre otras potenciales afectaciones.
Otro atrayente que encuentran los trabajadores en este tipo de empleo, es la compaginación con responsabilidades familiares y de cuidado y en muchos casos también el tema del subempleo; es decir, aquellos que tienen un empleo a tiempo parcial y a quienes dicho salario no les alcanza para cubrir sus necesidades básicas; ante lo cual, encuentran en el trabajo de plataformas un complemento de su ingreso.
Un fenómeno que he observado desde hace algunos años en este sector es que muchos jóvenes tomaron en principio estos empleos como transitorios o para terminar sus estudios, pero, con el paso del tiempo, las propias condiciones de un mercado de trabajo deprimido los obliga a quedarse por siempre ahí.
Por hoy se nos agotó el espacio, la próxima semana continuamos, saludos cordiales.
Luis Escobar Ramos
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