Sin tener claras las razones, dejó de asistir a la escuela. Sencillamente no estaba más. Nadie tenía claro el por qué decidió darse de baja. En México, la deserción escolar durante 2023 fue de 11.2 % en Educación Media Superior (preparatoria y bachillerato) y le sigue la deserción en nivel Superior, que fue de 7.2 %. La pérdida de empleo de la madre, el padre o los tutores; la reprobación, el ausentismo, la falta de interés o la carencia de recursos, son las principales causas, y generalmente ocurre de manera silenciosa.
Adicionalmente, la indiferencia de la comunidad escolar -tanto de compañeras y compañeros que no preguntan más, de autoridades y docentes- contribuye a que jóvenes estudiantes abandonen su formación académica y con ello tengan un impacto a largo plazo en su desarrollo personal, porque se limitan las oportunidades para incorporarse al mercado de trabajo o se accede a él en situaciones de mucha precariedad.
Los estudios indican que las y los jóvenes que abandonan la escuela obtienen menos ingresos, sus costos de salud se incrementan, se empobrece su cultura al reducir su nivel educativo e incluso aumenta el riesgo de involucrarse en actividades delictivas.
De manera notoria, durante el presente ciclo escolar -de los 21 años que llevo frente a grupo- he identificado el abandono de, al menos, 10 estudiantes que inicialmente estaban inscritos en alguno de los tres grupos que ahora debo atender y que suman un total de 80 jóvenes. Lo difícil es cuando empiezas a preguntar por las o los jóvenes que dejaron de asistir y solamente te responden sus compañeros: “se dio de baja, profe”.
“¿Alguien sabe por qué?” -preguntas- y la respuesta es “no lo sabemos” o “tuvo problemas personales”, sin obtener más detalles.
Y sí, algunas y algunos de ellos enfrentan problemas muy complicados que difícilmente comparten con sus compañeras o compañeros, por temor a ser juzgados o porque pueden ser situaciones tan dolorosas que prefieren cargar en silencio con ellas y sufrir calladamente lo que están viviendo.
Lamentablemente, los mecanismos institucionales para identificar y atender esas problemáticas generalmente dejan de lado circunstancias “personales”, como si fuera posible dividir el desempeño y las responsabilidades escolares de las emociones y sentimientos que se generan en la comunidad, cuando viven situaciones complicadas.
Hace unos meses, un compañero docente me preguntó -muy en serio- si yo podía identificar cuando un estudiante está triste o tiene problemas. Pensé que estaba bromeando. No, me dijo que genuinamente él no se daba cuenta de cuando algún estudiante tenía una situación complicada.
En ese sentido, los mecanismos de tutoría que existen en algunas instituciones solamente se enfocan en cumplir con el llenado de una serie de documentos para acreditar -administrativamente- que se tuvieron “reuniones” y con ello cumplir con los “planes de trabajo” que le permiten al docente acceder a los puntos que, quizá, le ayudarán a mejorar su condición salarial. Aunque en el fondo no se resuelven muchos problemas.
Y en ese contexto cobra relevancia el papel que desempeñan las familias de las y los estudiantes, así como las redes de apoyo que -de manera natural- pueden formarse en los espacios escolares, y que se definen como “el conjunto de relaciones que integran a una persona con su entorno social, o con personas con las que establecen vínculos solidarios y de comunicación para resolver necesidades específicas” y pueden proporcionar bienestar material, físico y/o emocional, además de coadyuvar en el involucramiento y participación activa en la sociedad.
Por ello, es fundamental que promovamos comunidades más empáticas. Hace unos días una alumna me expresaba su preocupación por que sentía que no había sentido de comunidad. “Cada quien se enfoca en su propio beneficio e incluso hasta buscan la manera de perjudicar al de al lado”, me dijo con tristeza. Es terrible escuchar esas expresiones de quienes apenas están empezando su recorrido en la vida adulta y ver que institucionalmente no ocurre nada.
Ojalá que podamos reflexionar y fortalecer los mecanismos de comunicación y definir -así como en casos de incendio o sismo- protocolos para identificar a quienes están pasando por un mal momento y detonar las redes de apoyo que pudieran ayudarle a sortear esas circunstancias adversas. Y ojalá que también las familias se involucren más en el desarrollo de sus hijas e hijos, porque no todo puede resolverse desde la escuela.
#TodoComunica
Se logró el objetivo: se desmantelará el actual pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y solamente se mantendrán quienes son afines a la 4T. Y criticaban a Ernesto Zedillo.