Hoy hablaré de un relato de un gran escritor, que, desde joven en edad, dio muestras de capacidad y vocación por las bellas letras, oriundo de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua en la década de los 40´s que, llegó a residir a Toluca desde 1950: él fue Carlos Olvera.
Si aquí es Toluca, Toluca la de los chorizos y embutidos, la misma que hasta hace mucho tiempo era nomas punto de pasada; en relación al gran ambiente futbolero, que nuestra bella Toluca está viviendo, y el gran apoyo de la gran afición, en esta temporada de liga, en donde vemos que el equipo Escarlata se perfila para ser el campeón de liga, escribiré un relato cuando los diablos rojos del Toluca disputaron y perdieron el campeonato Copa México contra los rayados del Necaxa. Era una tarde verdaderamente memorable, una jornada como la que se está viviendo hoy en día, que debió ser inscrita, por derecho propio, dentro de los anales de la épica deportiva más pura. Un acontecimiento que superó hasta lo inimaginable a todo lo esperado, exaltando todos los valores locales hasta las alturas de heroísmo insospechado, sublimando, los esfuerzos manifestados en tan abnegada acción.
La tarde lucía esplendorosa, como la tarde de ayer del juego contra el América (4-0), como si hasta la naturaleza hubiese querido testimoniar su adhesión a la causa común de todos los toluqueños, grandes y chicos, las calles hirviendo de espectacular agitación, de pintoresco movimiento. Se multiplican los vendedores de banderines, gorras y carteles, sin poder satisfacer la exagerada demanda de los recuerdos del momento. Todos esperan, ansiosos, el momento en que serán abiertas las puertas de acceso. Los siempre oportunistas revendedores hacen su agosto, exagerando los precios de las entradas, ya que el boletaje se ha agotado desde hace muchos días; pero ningún precio es demasiado alto para los fieles seguidores del aguerrido Club deportivo Toluca, que desean ser testigos de la glorificación de la oncena escarlata, de los diablos rojos, que esta tarde saltarán al césped de la calle de Guerrero para disputar la Copa México a los rayados capitalinos del también batallador Necaxa.
Las pasiones se desbordan y los ánimos se caldean, amenazando con un intempestivo estallido de violencia entre los partidarios de las dos facciones que, imbuidos ya de ciego fanatismo, parecen incapaces del menor razonamiento. El nerviosismo flota en el ambiente y electriza el aire, transmite su tensión a los impacientes aficionados que caminan de un lado para otro, sin perder de vista las puertas del estadio. Otros, quizás menos nerviosos, comen tacos de carnitas y barbacoa en los puestos ambulantes que fueron instalados desde hora temprana en las calles aledañas. Muchos han venido sin comer, directamente desde sus trabajos, desde la fábrica o la oficina. Partido extraordinario, jugado entre semana y programado para las cuatro de la tarde. El pasado domingo, un empate ha colocado los puntos suspensivos del campeonato de copa, alargando la incertidumbre de la gran afición. Pero la incógnita será despejada ahora. Ya no habrá más esperas. Los acuerdos dicen textualmente que, en caso de un nuevo igualamiento en el marcador, se irá hasta los tiempos extras, e incluso al desesperado recurso de las series de penaltis.
Los engranajes se encuentran aceitados, los espíritus tensos como la cuerda del arco. La saeta, a punto de ser disparada. Las especulaciones se entretejen en la complicadísima malla de ambos bandos de partidarios. Las conjeturas son arriesgadas, algunas descabelladas y exageradas por la excesiva entrega a los colores rojo y blanco, blanco y rojo. Por azarosa coincidencia, los equipos ostentan la misma identificación cromática, la misma dualidad colorida de la sangre y la nieve, de la pureza y la pasión. La casaca roja de los diablos y la rayada de los electricistas. Bicromía uniforme de varios kilómetros a la redonda: autos, indumentarias, banderas. Todo adornado con los colores de la jornada, todos los ojos festejando el blanco y rojo, rojo y blanco.
A la hora de la apertura de las puertas, la exaltación llega a su límite, sobre todo cerca de los accesos a las tribunas populares, donde se disputan los lugares privilegiados, cerca de las porras. Por contraste, a la entrada de las tribunas numeradas, el público parece más calmado, aunque no por ello menos entusiasta. Familias enteras se han dado cita en ese lugar. Los que han logrado entrar sonríen satisfechos. Muchos tendrán que contentarse con escuchar el partido por la radio, pues la televisión aún no incursiona por los campos de fútbol en esta década de los cincuentas. Los nombres ilustres se barajan como seguros en la alineación choricera: Wedell, Del Valle, Carús, Malanchane. Muchos añoran al cancerbero Tello, que en esta ocasión será suplido por Arenaza, ex arquero del campeón equipo del León. Hay dudas: ¿Será Palleiro el cañón mortífero que parece ser? El entrenador Gavilán García, ¿habrá hecho la selección apropiada para la defensa? También hay rumores alarmantes: Fernando Marcos, el entrenador electricista, dice estar al tanto de las fallas de la oncena roja, asegura saber los puntos fallos de la estrategia toluqueña, cómo abatir el orgullo de los diablos. Los aficionados locales saben que hay factores en nuestra contra: Morelos, el ágil y seguro guardameta necaxista está en la alineación, desmintiendo rumores de una fractura. Existen temores fundados: nuestro portero Arenaza escupe las bolas, se dice que no tiene seguridad en las manos, a pesar de su felina agilidad. Hay promesas: se dice que el propietario del equipo ha prometido recompensas fabulosas a sus muchachos si logran conquistar la copa, que estrenará una vitrina hecha exprofeso.
Hay cifras muy importantes de por medio: un conocido político de la localidad ha apostado cincuenta mil pesos a los choriceros, dando a su adversario dos goles de ventaja. Los apostadores proliferaron como hongos; por consecuencia, considerables sumas se encuentran en juego. Se han prometido mandas a San Juan de los Lagos, a Chalma y a la Villa de Guadalupe. Los Pinches capitalinos, siempre que vienen con sus equipos, se sienten muy furfurufos. Pinches pendejos. Por ahora, sí se van a arrugar. Pinche goliza de su puta madre que se van a llevar (Toluca-América la de ayer así fue). Pinches necaxistas, qué joda les vamos a acomodar, qué goliza les vamos a meter. Órale, mi Carús, usted es el mero goleador que va a salvar el honor de la afición. Yo nomas, porque vienen de México, creen que nos van a apantallar pinches pendejitos putos, hijos de la chingada. Órale, ora si ya nos fuimos a los tiempos extras, ora si les vamos a ganar.