Descartando fatalismos sin fundamento, atribuidos a las catástrofes ya registradas al cierre de la década de los años ochenta del siglo pasado, reconociendo que los desastres naturales ya habían afectado negativamente la existencia de muchas personas y ocasionado considerables daños a la infraestructura en todo el mundo, principalmente en países en desarrollo, entre estos México, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, el 22 de diciembre de 1989, hace 35 años.
Las elevadas pérdidas económicas que significaron las etapas de recuperación y reconstrucción tras los efectos de diversos desastres ocurridos en América Latina, Asia y África, el impacto social derivado de múltiples víctimas como saldo del paso de dichos fenómenos perturbadores y la inacción y desarticulación de los Estados para enfrentarlos, obligó a la comunidad global a reunirse y determinar un Marco Internacional de Acción para convocar esfuerzos para prevenir y mitigar los riesgos de desastre.
Reconociendo que sólo con la firme determinación política de la comunidad internacional y mediante la implementación de conocimientos científicos y técnicos sería posible combatir los impactos destructivos, se proclamó el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, a partir del 1 de enero de 1990, suscrito por más de 140 países.
Las premisas del cónclave multilateral partían del reconocimiento de la necesidad económica inocultable de los países en vías de desarrollo; la necesidad de asistencia y coordinación del socorro internacional cuando los impactos rebasaran la capacidad de respuesta local; el financiamiento de la prevención y preparación a través de instituciones de inversión (BID, FMI, el Banco Mundial, etc.); y la función vital de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) los grupos humanitarios e instituciones técnicas y científicas a las que se debía involucrar.
El Marco Internacional de Acción aprobado por el pleno de la ONU, cuyos efectos tendrían vigencia a partir del 1 de enero de 1990, estableció el segundo miércoles de octubre de cada año como el Día Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, y todos los países que lo suscribieron –México incluido, desde luego— se comprometieron a establecer en sus Planes Nacionales de Desarrollo los objetivos y metas de este, destacándose cuatro acciones principales: 1. Desarrollo de Programas Nacionales de Prevención y Manejo de Desastres; 2. Implementación de Sistemas de Alerta Temprana; 3. Educación y Capacitación en comunidades vulnerables; 4. Promoción de prácticas sostenibles para la reducción de riesgos.
Por su parte, la ONU, crearía una estructura burocrática para la atención y seguimiento del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales y se comprometió al desarrollo de tres acciones principales: 1. Coordinar políticas públicas internacionales enfocadas a la reducción de desastres; 2. Promover apoyo técnico y financiero para los países miembros, en especial los más vulnerables; 3. Recopilar y difundir información sobre riesgos y medidas preventivas.
La coordinación y seguimiento del Marco Internacional de Acción estuvo a cargo de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastre (UNDRR, por sus siglas en inglés), la cual también cumple 35 años de su creación. Sus principales tareas, desde entonces y hasta ahora, son la coordinación de esfuerzos globales para la promoción de los marcos de acción convocados: Estrategia de Yokohama (1994), Marco de Acción de Hyogo (2005) y Marco de Sendai (2015).
La UNDRR también se dedica desde entonces a monitorear y evaluar los avances de los países miembros, la interlocución entre gobiernos, sociedad civil y organismos internacionales para el cumplimiento de las metas, sin embargo, como puede apreciarse, a 35 años de su creación, el Marco Internacional de Acción cambia constantemente de nombre y sede –siempre en ciudades de Japón—, pero desafortunadamente sus metas son las mismas cada decenio, pues nunca se han cumplido ni medianamente. Lo más grave en cada renovación y cada suscripción de buenos deseos de la comunidad internacional, se suman nuevas amenazas y se exacerban las ya advertidas. ¿A dónde vamos a parar? No se olvide que el espacio más seguro lo hace uno mismo, pero pensando en la comunidad. ¡Que su semana sea de éxito!
Hugo Antonio Espinosa
Funcionario, Académico y Asesor en Gestión de Riesgos de Desastre
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