En algún momento de nuestra vida, todos nos hemos hecho esta pregunta: ¿Qué pasa cuando morimos? ¿Dejamos de existir por completo, como una vela que se apaga, o hay algo más allá del velo de lo visible?
Hace algunos días, durante la ceremonia de despedida de un familiar, se mencionó una oración que yo no conocía, pues no me gusta asistir a los velorios, pero que me quedé escuchando atentamente. Esa oración, "No llores si me amas", habla de cómo el alma sigue su curso en otra dimensión.
Al regresar a casa, reflexionando un poco sobre la ceremonia, alguien cercano comentó: "Cada que escucho esa oración hace que no pueda creer en eso, no me suena lógica. Después de todo, ningún muerto ha regresado para contarlo".
Es un pensamiento válido, de hecho, uno que muchas personas comparten. Pero a mí no solo me recordó cuánto nos cuesta aceptar lo que no podemos comprobar, sino que me llevó de vuelta a una noche que cambió mi vida. Una noche en la que comprendí, con absoluta certeza, que somos mucho más que este cuerpo físico.
LA NOCHE QUE CASI DEJO MI CUERPO
Hace años, mientras estaba recostada en mi cama, sentí algo extraordinario. En un estado de completa calma, mi conciencia comenzó a separarse de mi cuerpo. Literalmente, vi mi cuerpo físico desde fuera, como si una parte de mí —mi esencia, mi alma— lo observara desde otro lugar.
Mi cuerpo completo estaba recostado en la cama, pero otra parte de mí estaba sentada observándolo. Estaba a punto de tener lo que se llama un desdoblamiento del alma o el inicio de un viaje astral. Me llené de angustia por la sensación y, en ese momento, regresé a mi cuerpo.
Me quedé varias horas meditando lo que me había sucedido. Esa vivencia me hizo pensar: ¿Es esto lo más cercano a dejar el cuerpo? Si en ese instante sentí una desconexión tan real y profunda, ¿podría ser esto una pequeña muestra de lo que ocurre al morir? Desde entonces, no he dejado de buscar respuestas en libros, investigaciones y testimonios de personas que han experimentado algo similar, así como las conexiones entre la vida, la muerte y aquello que algunos llaman "el alma".
¿QUÉ NOS DICE LA CIENCIA?
Investigadores como el Dr. Raymond Moody, pionero en el estudio de las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM), o la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, autora de Sobre la muerte y los moribundos, han iluminado este tema desde ángulos complementarios.
El neurocirujano Dr. Eben Alexander, escéptico convertido en defensor de lo trascendental, describió en La prueba del cielo cómo su propia ECM transformó su percepción de la vida y la conciencia. Y el psiquiatra Brian Weiss, autor de Muchas vidas, muchos maestros, narró casos extraordinarios de pacientes que, bajo hipnosis, accedieron a memorias de vidas pasadas, revelando una conexión entre nuestras experiencias terrenales y un propósito mayor.
Incluso la física cuántica ha comenzado a dar indicios de que somos más que materia. Científicos como el Dr. Amit Goswami proponen que la conciencia es fundamental para el universo, reforzando la idea de que nuestra esencia trasciende el cuerpo físico.
SOMOS POLVO DE ESTRELLAS
La física nos recuerda que la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. Si somos energía, ¿por qué pensar que nuestra esencia desaparece con la muerte? Tal vez, como decía Carl Sagan, somos polvo de estrellas, fragmentos conscientes de un universo infinito que constantemente se recicla y renueva.
TRASCENDER LA MUERTE
Trascender la muerte es recordar que somos mucho más que este cuerpo, estas preocupaciones y las historias que nos contamos. Es reconocer que, al igual que las estrellas que se apagan para dar lugar a otras, nuestra luz sigue brillando en formas que aún no comprendemos del todo.
MÁS ALLÁ DE LAS CERTEZAS
La despedida de un ser querido, mis propias vivencias y las investigaciones que tanto me inspiran han reforzado en mí la idea de que somos más que un cuerpo que nace y muere. Quizás nunca tengamos certezas absolutas sobre qué ocurre después de la muerte, pero las pistas están ahí, esperando ser exploradas.
La próxima vez que contemples el cielo estrellado o escuches el susurro del viento, pregúntate: ¿Y si somos parte de algo mucho más grande? Quizá el secreto no esté en buscar pruebas, sino en sentir que la vida misma es la evidencia de un propósito infinito.
Marcela Hernández Montiel, terapeuta e investigadora, actualmente trabajando en el lanzamiento de una plataforma que llevará estos temas a nuevos horizontes. Si este artículo resonó contigo, quédate cerca. Apenas estamos comenzando.
