La derrota en la final de Copa ante Necaxa marcará un parteaguas en el resto del semestre para los Diablos Rojos del Toluca, quienes deberán de pasar rápido el trago amargo para no permitir que ese tropiezo les eche a perder el resto del torneo de liga.
Si bien Toluca partió como favorito a esa final, en la cancha nunca mostraron esa supuesta superioridad según las estadísticas; fue un juego parejo, de mucha pelea en medio campo y con unos Diablos que nunca estuvieron cómodos y tampoco al límite de sus capacidades.
No es que al campeonato de Necaxa le falten méritos, todo lo contrario, pero fue Toluca quien no quiso pisar el acelerador; pareció que querían llegar a los penales y ahí aprovechar a un especialista en detenerlos como lo es el portero Talavera. Sin embargo, apareció el error, esa falta de técnica para despejar de un hombre que desde que llegó a México se le pide jugar de central, cuando venía de hacerlo como lateral en Alemania.
Una mala pasada del destino que los Diablos deberán de aprender a asimilarla, superarla y enfocarse a una liguilla que será mucho más complicada que una final de Copa, ahí es donde debe aparecer el temperamento para jugar al límite de sus capacidades y no desgastar energías en reclamos absurdos, como sucedió al final de juego de Copa.
Le toca al cuerpo técnico manejar de la mejor manera esta derrota, que debería ser el pretexto para llegar más motivados a la fase final de la liga, y no como sucedió; que sea el motivo para descargar frustraciones contra el árbitro, en un temperamento mal canalizado por parte de Pablo Barrientos y el capitán Rubens Sambueza.
Como dice la canción "ya lo pasado, pasado", esa debería ser la filosofía de estos Diablos que antes de final de Copa lucían poderosos, pero que cuando hubo presión y exigencia se achicaron, futbolística y mentalmente; ojalá por el bien de su ilusionada afición, en la liguilla sea diferente.