Hace unas semanas me preguntaba en este mismo espacio ¿a qué va México al Mundial de Rusia? Las respuestas parecían con dirección al fracaso, al menos así lo argumentó el propio equipo de Juan Carlos Osorio en los partidos previos a la Copa del Mundo; incluso, en todo el proceso eliminatorio y sus participaciones en copas América y Copa Confederaciones, donde en los partidos de mayor exigencia no pudieron con la presión.
Para muestra la goleada en contra de hace dos años, 7-0 les metió Chile en la Copa América del Centenario. También se fueron goleados de la Confederaciones 4-2 ante Alemania.
Aunado a las rotaciones de jugadores de un partido a otro, lesiones de último minuto de jugadores clave y sobre todo, por un ambiente hostil que había de la afición hacia los jugadores del Tri dejaban malas señales de lo que podría pasar en la tierra de Lenin.
Sin embargo, la selección de repente despejó dudas, en 90 minutos de defensa perfecta y un latigazo de Chucky Lozano el equipo de Osorio mostró un rostro casi inédito: de imposición de juego, capaz de romperle circuitos al campeón del mundo y conseguir un resultado histórico al vencer a Alemania.
Ahora la pregunta es: ¿Se vale ilusionarse con este Tricolor? Me parece que sí porque más allá de los esquemas y estudiados movimientos de Osorio, esta selección tiene una generación que al menos en formación y experiencias es diferente.
Es esta la generación de futbolistas campeones del mundo Sub 17, es la de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, es la que vio más allá de la comodidad de jugar en México y se atrevió a picar piedra en Europa, algunos de ellos con éxito; otros por lo menos sumaron la experiencia de vivir de cerca el mejor futbol del orbe.
Hoy como en 2005 en el Mundial Sub 17 de Perú y en 2012 en los Olímpicos londinenses, está selección no carga consigo credibilidad, esa pesada loza que ahora les permite jugar con la libertad de alcanzar trascendencia historica, con una mentalidad que ya los hizo sumar laureles, que los puso en la palestra internacional y que ven en Rusia 2018 la cúspide de sus logros.
No sé usted pero yo si me ilusionaré. Y ¿por qué limitarse a un quinto juego? Apostemos por el séptimo partido, de todos modos las desilusiones ya las conocemos, pero nada se compara con la alegria que los hicieron vivir el pasado domingo ante Alemania. Ojalá, ojalá.
