Con las cámaras y reflectores sobre él –siempre–, traje azul y corbata roja, firma sobre su escritorio órdenes ejecutivas. Esa es su estrategia de imagen. Así gobierna Trump, el hombre más poderoso del mundo, frente a las pantallas.
Las reuniones privadas con su equipo son en Mar-a-Lago. Con todo por ganar y nada por perder, a sus 78 años y en su segunda gestión presidencial está dispuesto a cristalizar sus planes más acariciados para EUA, México y si se puede el resto del mundo.
Las garras del autoritarismo se ciernen sobre México y sobre otras partes del mundo. La política de incremento de aranceles captura de migrantes y guerra contra el crimen organizado asentado en México “justifican” la cuasi intromisión en aguas y cielos mexicanos. Las razones que arguyen en EUA es que lo hacen para ubicarlos (como si no lo supieran), y tener la información necesaria para su captura, ajá.
Trump es expansivo y, esta estrategia contra el narco mexicano da pretextos para mucho más. Claudia lo sabe y junto con su equipo y los grupos de interés, entre ellos los empresarios, están muy preocupados.
De Trump se puede decir toda clase de adjetivos, pero no que sea tonto. Es el rey con capa de oro más poderoso del mundo o que pretende serlo. El mundo después de él será diferente, sus herederos políticos se encargarán de concretar sus proyectos, sus sueños sobre el nuevo tiempo no sólo de los Estados Unidos, para ello eligió quién los cumplirá. Tuvo años para planearlo. La historia del nuevo tiempo, según Trump, será no como la quisiéramos sino como él la ha previsto.
Por lo que hace a nosotros, Claudia lo ve, lo entiende y trabaja para que los motivos de Trump se topen con una frontera que va más allá de lo construido con acero. La cultura mexicana traspasó hace mucho tiempo a los Estados Unidos. Se pueden encontrar mexicanos en Nueva York, en Chicago, en Los Ángeles, por citar a las concentraciones más importantes, pero están diseminados en el territorio norteamericano.
Un peldaño más Claudia: en lo cultural no puede haber acuerdos, no hace falta; Trump y su equipo lo saben, además de los 3 mil 200 kilómetros de frontera, quizás pudieran cambiar los motivos y sufrir modificaciones porque México aún en las circunstancias presentes es un país de oportunidades para muchos que el imperio no imagina. Somos como el salitre. Ahí está el litio. Al tiempo.