No cabe duda que en la historia del Estado de México existen momentos en donde el pensamiento de la ciudadanía se centra en la necesidad de seguridad.
Muchos expertos en el tema señalan que la percepción de la gente en este tema es por lo rápido que se difunden las noticias a través de las redes sociales o porque los eventos son cada vez más cruentos y espectaculares; sin embargo, habrá que entender también que este fenómeno afecta cada día a más mexiquenses.
La delincuencia organizada se encarga de realizar actos que no solo infunden temor a quienes van dirigidos, sino a la sociedad en general. No es de extrañarse que quienes viven en los lugares donde se dan enfrentamientos y ejecuciones, piensen bien antes de salir a la calle o llevar a sus familias fuera de sus hogares, aunado a la presencia de fuerzas militares y policiales con armas de alto poder, dan una sensación de temor al ciudadano común.
La semana pasada, la delincuencia organizada dio un golpe directo al asesinar a dos policías investigadores de la Fiscalía Estatal en Cuautitlán Izcalli; lógicamente, posterior a la ejecución, se inició una cacería para tratar de localizar a los responsables. Se hablaba de una camioneta blanca cerrada, esto propició una búsqueda en todos los vehículos con estas características.
Desafortunadamente, ante la desesperación por lograr el objetivo, los operativos se hicieron en desorden y sin método, con policías sin identificación y vestidos de civil, en vehículos sin rótulos y, sobre todo, sin las técnicas policiales que deben utilizarse de acuerdo a los protocolos existentes.
Como ya lo mencioné, estas acciones provocan más temor en la ciudadanía ante la posibilidad de quedar en medio de un fuego cruzado o de un mal manejo de las armas, me tocó ser testigo de estos operativos en los que ni siquiera los mismos policías cuidaban su integridad física.
Entiendo que ante este tipo de hechos delictivos, la reacción debe ser de mano dura, pero también deben cumplirse los protocolos para el cuidado del personal que realiza los operativos y, sobre todo, de la ciudadanía que requiere tranquilidad y confianza al salir a la calle con sus familias. No podemos, como Estado, permitir que la delincuencia sobrepase la autoridad del gobierno y mucho menos que se ría de la sociedad; pero la metodología policial nos instruye en cómo realizar las actividades para lograr el control social sin arriesgarnos a tener daños colaterales.
Mis respetos y reconocimiento a los servidores públicos honestos y entregados, sobre todo a los que ofrendan su vida en aras de la seguridad. Mi recomendación es para que las operaciones policiales se hagan conforme a las reglas y protocolos para así no infundir temor y mucho menos arriesgar vidas inocentes.
Por cierto: ante estos operativos lo importante es cooperar con la autoridad y no ponernos en riesgo con actitudes fuera de la normalidad.