Se iniciaron los informes regionales o estatales de la presidenta Claudia Sheinbaum, prueba de su gestión en varios sentidos. Va a las 32 entidades en tres semanas y días.
Asistirán los miembros del gabinete vinculados a los grandes temas de la entidad que se visita, el gobernador o gobernadora y quizás algunos presidentes municipales, la prensa acreditada, la Guardia Nacional y las otras fuerzas armadas correspondientes, y los lugares que queden para los ciudadanos.
Se debiera, además de informar, escuchar, entender, conocer el sentimiento ciudadano regional, principalmente de “los pobres”, de acuerdo con la filosofía de la 4T, y advertir la alineación regional como se está dando en Europa y Asia. El Pacífico mexicano ya lo hace, el sur-sureste, el norte, la megalópolis con la CdMx como centro, lo vive.
Encuentros que parecerán de celebración y optimismo, así como de anuncios y promesas. La verdad podría ser todo lo contrario. Se esperan soluciones en los problemas más sentidos: la violencia, las remesas, los migrantes, los aranceles, entre otros temas.
La narrativa de la presidenta y su imagen están muy bien estudiadas, pero de todos modos la 4T se proyecta y se queda.
La gran dama que describe Donald Trump no representa a la gran estadista que requiere la región; en cambio sí, Trump sí nos requiere para sus fines regionales, de Venezuela a México (menudo encargo).
La cuestión es resistir, es emprender, es unificar al país y con nuestros hermanos de América Latina establecer los acuerdos necesarios, así como con el Oriente (ya existen algunos).
La gran dama, siempre leal a su mentor AMLO, a Donald Trump y a su narrativa, invita a las deliberaciones de la mayor importancia sólo a los integrantes de Morena; evita, sí, los fuertes señalamientos sobre el huachicol, la formación de nuevos grupos de poder más los anteriores que se vienen dando desde el sexenio anterior; legado de su predecesor que busca imprimir un cambio en el parecer con él ser, pero sí formar su propia dinastía. Cosa de seguirle la huella.
