Según el Informe Mundial de la Felicidad 2018, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), México se ubica en el lugar 24 de los países más felices del orbe, y en el segundo lugar en América Latina.
De acuerdo a un estudio elaborado por el Tecnológico de Monterrey, campus Puebla, la razón obedece a cinco cosas que son las que alegran a todo mexicano: la comida, la familia, la música, el humor y las tradiciones.
Esto llama poderosamente la atención, pues hoy más que nunca vivimos un momento bastante complicado, empezando por las condiciones violentas que se presentan casi a diario y por todas partes; no puede pasar mucho tiempo cuando nos enteramos de asesinatos, de ejecuciones que ha alcanzado a todos los niveles, incluyendo, desde luego, a políticos de cualquier partido, cuyo número ha rebasado lo inimaginable. Desafortunadamente, nos estamos acostumbrando a ello.
Estamos a dos semanas de que se celebren las elecciones del primero de julio y para candidatos, institutos políticos y autoridades involucradas, representa todo un reto llevar a buen puerto la culminación de la fiesta democrática, garantizar la seguridad de todos, en especial de los ciudadanos que acudirán a las urnas a depositar su voto, es ineludible.
Ahora bien, y en razón al estudio elaborado por la institución educativa mencionada, de entre los temas que se señalan como origen de la felicidad del mexicano, no se encuentra la situación económica, como se pudo haber presumido que pudiera ser parte importante de la que depende esa condición; sin embargo, vale el momento para señalar que en lo que va del sexenio se han generado 3.2 millones de empleos formales, que puede representar la situación económica del país, y la apuesta es cerrar con más de cuatro millones.
Asimismo, y en razón a lo señalado anteriormente, se puede preguntar, ¿realmente la economía está tan mal? Y ya que estamos en época mundialista, que siendo sinceros, absorbe la mayor atención del pueblo por saber hasta dónde es capaz el equipo nacional de avanzar en la justa futbolera, resulta interesante saber que se ha reportado que el día que jugó el equipo mexicano contra Alemania, se generó una derrama superior a los 300 millones de pesos, de acuerdo al presidente de la Cámara Nacional de Comercio, Evaristo Güitrón Moreno, superando las expectativas que se tenían para ese día; esto puede que se deba a la coincidencia del festejo del día del padre y el partido de futbol pero, como extra, me parece que también debe considerarse el resultado de ese encuentro en donde México venció a la potencia mundial teutona.
Bien, a los que nos gusta el futbol, que me parece que es la gran mayoría de mexicanos, sin dejar a un lado a los que no son tan aficionados pero se interesan cuando se trata de su selección, fuimos testigos de la cantidad de mexicanos que había en el estadio Olímpico Luzhnikí, que se encuentra muy cerca del Kremlin ruso; miles de aficionados cubrieron una gran parte de la tribuna del inmueble, tan es así que el himno nacional y el cielito lindo se escucharon con gran intensidad.
Entonces, surge una pregunta, ¿y la crisis económica de la que tanto se habla? Ya que si existe esa cantidad de miles de mexicanos con capacidad para viajar tan lejos a apoyar a la selección, sin tomar en cuenta los que no alcanzaron lugar en el estadio y se pueden ver por todas partes en las calles de Moscú, entonces, alguien miente, o hay crisis económica o lo que vimos, pues simplemente no existe.
¿Cuál será la verdad? La prensa especializada en el tema económico sortea diferencias entre ellos mismos. David Páramo, columnista y colaborador de Imagen, siempre ha defendido la posición de que la economía de México es muy sana, pero sus detractores señalan que no, aunque él se ha adelantado a hechos que le han dado la razón.
En particular, hay a quienes les conviene señalar los errores del gobierno y, desde luego, intentan poner en entredicho cualquier logro que pueda presumir la administración federal actual, ¿a quien entonces creerle?
Es verdad que el aparato gubernamental resulta demasiado caro mantenerlo; no obstante, reducir a su mínima expresión las percepciones de los altos funcionarios, así como de los poderes Legislativo y Judicial, no alcanzaría para satisfacer las necesidades de los millones de pobres. La razón es simple matemática, la repartición entre millones no alcanza, sólo resultaría en un paliativo engañoso.
Por otro lado, pudiera imaginarse que son los programas sociales los que cubren con el propósito de satisfacer una necesidad y, por ende, proporcionar felicidad al que recibe el beneficio; sin embargo, éstos son una moneda de cambio en ocasiones de intereses mezquinos, darle pescado al gobernado y no enseñarle a pescar es someterlo a la voluntad del que le está ofreciendo el alimento.
Entonces podría ser la justicia la que pudiera generar felicidad, pero el nuevo sistema de justicia penal parece que aún no está para ayudar a resolver los problemas de inseguridad y de justicia, al contrario, parece que abona a incrementar o que aparentemente incremente la delincuencia, que no es tanto así. Esto puede ser el resultado de los beneficios del mismo nuevo sistema de justicia penal acusatorio, que más bien parece hecho para el primer mundo, y nosotros tenemos una delincuencia del tercero, no empata uno con otro. Los detractores señalan que el modelo parece una puerta giratoria para los delincuentes, que no terminan por quedarse encerrados, lo peor es que son quienes se aprenden las bondades que contiene, y saben que sólo por ciertos delitos pueden quedarse en prisión preventiva.
Ahora bien, el estudio en comento señala que LA GASTRONOMÍA mexicana, es considerada patrimonio cultural intangible; LA FAMILIA, como símbolo de unión, en donde se consideran los antepasados y cómo se les recuerda; LA MÚSICA mexicana, rica en géneros, pero es el mariachi como expresión representativa e inscrita en la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que más genera orgullo; EL HUMOR mexicano, que es una de las cosas que mejor nos caracteriza, y LAS TRADICIONES y costumbres con un largo historial, son, de acuerdo al trabajo realizado, lo que provoca la felicidad del mexicano.
Entonces, ¿es el mexicano una raza diferente? O ¿las razones que motivan su felicidad nos han hecho inmunes a la supuesta tragedia de nuestra existencia? O tal vez, en realidad, las cosas no están tan mal. ¿Qué será?, sólo usted amable lector tendrá una respuesta muy personal.