Si hay que creer en todo eso que se ha difundido en cuanto a preferencias electorales en la disputa por la presidencia de la República, llegamos a la recta final como empezamos: con un puntero al que según todos ejercicios demoscópicos nadie pudo alcanzar y, peor, amplió su ventaja inicial.
A tres días de que oficialmente concluyan las actividades proselitistas, parece que “la suerte está echada”, de acuerdo con el viejo apotegma romano. Esto, a pesar de advertencias de las peores amenazas para la estabilidad económica, la cohesión social, la paz y todo lo demás.
También llegamos como empezamos, con dos bandos supuestamente contrarios en cuanto a visones del país y del mundo, pero en el fondo más parecidos que unos gemelos recién nacidos, si de la obtención y conservación del poder público se trata, como veremos
Lo llamativo, más que novedoso, fue quizás el reacomodo de grupos y personajes hacia todos los frentes, donde el transfuguismo o apostasía hizo de algunos encarnación del nuevo político “purificado”. Ello después de haber pertenecido a la “minoría rapaz” o a “la mafia del poder”, y colocó a otros en las puertas de la indefinición, casi plagiando el famoso estribillo de Facundo Cabral: “ni soy del PRI, ni soy de acá”.
A manera de ejemplo, los casos de los dos ex dirigentes nacionales del PAN, Manuel Espino Barrientos y Germán Martínez Cázares, peleados entre ellos en su momento y que ahora están juntos sumando esfuerzos con el otrora peligroso fantasma tropical de Tabasco. Y como ellos, varias personalidades, ex panistas, de renombre y/o prestigio.
No tan “novedosa”, pero sí de consideración y peligrosa, fue la cantidad de precandidatos y candidatos victimados en forma violenta durante el proceso electoral.
Los poderes locales en las entidades se revelaron como el eslabón más débil en los niveles de poder en el país. Hasta la primera quincena de junio se habían contabilizado 112 políticos asesinados, según el indicador de violencia política México 2018, de la consultora privada Etellekt, con más de 400 agresiones desde que arrancó el proceso, en septiembre de 2017.
Ante ello, si un nivel de poder requiere atención por la facilidad de los grupos criminales para llegar a él, es el municipal. Son las autoridades locales desde donde estas bandas comienzan a fortalecer sus ilícitas actividades, ya sea cooptándolas o, peor, eliminándolas.
Los grupos delictivos, está visto, votan y eligen por partida doble: en las urnas y a balazos. No se deben cerrar más los ojos.
También, con excepción de las tasas de interés, que se elevaron a 7.75 por ciento y pondrá a los deudores de créditos y tarjetahabientes a sufrir, y de que el dólar superó la barrera de los 20 pesos, además de que la violencia sigue batiendo récords de cadáveres cada mes, las promesas de una mejor economía y combate a la violencia siguen igual que al principio. Y ni las ocurrencias de mocharle las manos a los corruptos, lograron quitarle el aire dramático a la situación.
Ya se verá si después del 1 de julio las cosas cambian y, particularmente, si al final del próximo sexenio es posible modificar sustancialmente el encabezado de este texto.