Hace unos meses escribía sobre la belleza de escuchar, hablaba entonces de la música orquestal, de esa posibilidad de nutrir el espíritu con cada nota, con cada acorde.
No sé a ustedes, pero a mí la música siempre me lleva en una ruleta de emociones sensoriales. Como casi todos, tengo mis propias selecciones musicales –eso que el día de hoy se conoce como ‘playlist’. Tengo una para cada estado de ánimo, y según la compañía: si estoy triste, por ejemplo, me gusta escuchar la banda sonora que utilizó Cirque du Soleil en el espectáculo denominado Alegría; en la oficina tengo una selección de música francesa que va desde Édith Piaf, pasando por Juliette Gréco hasta llegar a Zaz.
Los nombres de mis ‘playlist’ se catalogan en: oficina, instrumental, favoritas, mis más favoritas, las de mis cumpleaños, para escuchar sola, para tomar café, para escuchar mientras escribo, para antes de dormir, para despertar, para despertar más, para conducir cuando voy sola, para escuchar con mis hijos, para conducir en carretera con amigos.
Justo este fin de semana compartí con dos grandes amigos un viaje por carretera ¡El mejor pretexto para usar uno de mis playlist favoritos!
Entre la ida y el regreso sumamos más de diez horas de trayecto. Nuestro destino no era solo llegar a un punto ubicado en el mapa, sino sobre todo alcanzar otro que se ubica en el corazón. Nos dimos oportunidad para disfrutar las variaciones del paisaje, para ponernos al corriente sobre nuestras vidas e incluso nos dio tiempo de arreglar un poco el mundo y hasta el país.
De ida estuvimos acompañados por los acordes musicales e increíbles matices en las voces de Lianne La Havas, Janis Joplin, Tracy Chapman, Aretha Franklin y Amy Winehouse.
Una selección muy femenina sí, y que nos disparó miles de recuerdos que nos llevaron a hurgar en las voces masculinas de Johnny Cash, Leonard Cohen –¡Oh Leonard!–, Bob Dylan, Sting, Peter Gabriel (la pasión secreta de mi amiga que operaba como copiloto), hasta pasar por Bruno Marz, Michael Jackson y Robbie Williams –¡Qué guapo que era y tantos altibajos en su vida. –Repite esa canción, que me distraje por ir conversando.
La música y el arte producen placer, funcionan como detonadores de emociones. El neurocientífico argentino Facundo Manes afirma que “los seres humanos convivimos con la música en todo momento. Es un arte que nos hace disfrutar de tiempos placenteros, nos estimula a recordar hechos del pasado, nos hace compartir emociones en canciones grupales, conciertos o tribunas deportiva. Pero eso que resulta natural se produce a través de complejos y sorprendentes mecanismos neuronales” (para mayor referencia ver: https://facundomanes.com/).
La pregunta que surge cuando alguien nos explica esos complejos mecanismos neurológicos es ¿qué ocurre en nuestro cerebro para detonar concentración, relajación, nostalgia y/o euforia?
La respuesta erudita se la dejo a los expertos; yo, con lo que me quedo de lo que ellos explican es que, históricamente, la música, el lenguaje y las emociones mantienen una conexión especial; que es en el cerebro donde se detona ese encuentro que induce diferentes estados de ánimo al distribuir una serie de sustancias químicas. El cerebro, al recibir el estímulo musical libera dopamina, generando con ello una sensación de placer similar al que produce el comer, el sexo e incluso el consumo de alguna droga. La música funciona como un amplificador de emociones.
Los proyectos sociales que tienen como propósito la creación de orquestas, coros o bandas de música, tienen sustento en esos estudios. El placer que produce la música puede contribuir a “vacunar” a jóvenes que viven en situación de riesgo, donde la violencia y las adicciones forman parte de su entorno.
Y bueno, se preguntarán cuál fue la selección musical de la segunda parte de tan épico viaje en carretera; y bueno, decidimos unánimemente hacer una selección con las canciones que marcaron nuestra época adolescente ¡Tiempos aquellos!
Temporalmente la selección fue amplia y no exhaustiva, no porque hayamos tenido una adolescencia prolongada (salvo lo que opinen nuestros respectivos progenitores), sino porque nuestros rangos de edad tienen una variación de más de 10 años. Decidimos que sería en español para poder cantar y gritar a toda voz.
Nuestra selección empezó por Joaquín Sabina (con las consecuentes “de cocodrilo” tras escuchar la de “la frente marchita” por parte de uno de los pasajeros), Mecano, Radio Futura, Soda Stéreo, pasando luego por Calle 13, Buika, y ya que estábamos nostálgicos latinoamericanos, pues seguimos ¿por qué no?, con Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, luego regresamos a Miguel Bosé, pasamos por Aterciopelados, Miguel Ríos, Caifanes y, si es cuestión de confesar, también Shakira.
La verdad es que llegamos muy rápido, el trayecto se hace corto cuando las emociones son intensas.
Escribo y mientras escribo, escucho de fondo una selección musical de Papik, disfrutando de pop, nu jazz, bossa nova y soul. Escribo y mientras escribo amplió mi ruleta de emociones.
PD. Hoy mi noche cabe en Stumblin’ In ¿y tú en qué ritmo estás hoy?