Para el PRI se viene una etapa muy complicada. Hay quienes hablan de cambiar el nombre al partido para rescatarlo de esta debacle provocada por las circunstancias que ya hemos dicho en otras entregas.
Pero no se trata sólo de un cambio de nombre, sino de actitudes. Es evidente que sería imposible dejar fuera de las actividades políticas a aquellos que tienen la experiencia, pero es necesario crear nuevos cuadros, pero además, estar cerca de la gente. Hoy hay una gran diferencia con Morena: Muchos de los que han ganado vienen de buscar el poder desde las calles y no por dedazo o compadrazgo o amiguismo o por ser un familiar.
Desde 1929, cuando fue creado, hasta 1989 –cuando perdió la gubernatura de Baja California ante el PAN–, el PRI mantuvo el poder de manera hegemónica. En 1997 perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados federal y en 2000 la de Senadores. Fue también en ese año cuando se dio la transición en la Presidencia de la República con Vicente Fox Quesada. El pueblo mexicano, entonces, decidió que era el momento de cambiar.
Podríamos hablar de los clanes familiares que han mantenido el poder por muchos años. Esposas, hijos, nietos, que siguen en puestos de poder gracias a la influencia dentro del partido. Sin dejar de reconocer la capacidad de muchos que quizá lo merecían, pero que ya no era bien visto por la gente. Se volvió un estigma ante los ojos de los ciudadanos.
En 2012, con Enrique Peña Nieto, los ciudadanos decidieron devolver al tricolor la Presidencia. “Más vale malo por conocido…”, decían, porque el PAN no supo aprovechar su estancia en el poder y los escándalos de sus presidentes municipales, legisladores y funcionarios sobre dispendios y actos de corrupción, pero sobre todo la famosa “guerra contra el narco” de Felipe Calderón logró que el pueblo los castigara.
Pero, sin duda, el Partido Revolucionario Institucional no aprendió la lección y los ciudadanos, cansados nuevamente de falta de oportunidades, escándalos de corrupción, dispendios, errores de comunicación del gobierno federal y la presencia de un líder de izquierda, no dudaron en otorgar su voto a Andrés Manuel López Obrador, quien supo esperar y aprovechar los momentos… y la comunicación.
Dio a al pueblo esperanza, desde su eslogan, hasta convocar a ciudadanos a luchar por un cambio, pero a ser parte de este cambio como candidatos, como operadores, como auténticos protagonistas de éste.
Y hoy, como respuesta, el PRI anuncia ¡cambio de nombre del partido! ¿Es en serio que es lo primero que se les ocurre para tratar de sacar adelante al tricolor?
Alfredo del Mazo, gobernador del Estado de México, quien se convierte en el priista más influyente del país, ya se reunió con quienes fueron sus candidatos, para apapacharlos y pedirles salir adelante. Quizá ese es el primer paso que debe replicarse en todo el país. No dejarlos a la deriva.
Después sigue la sociedad. Esa parte que aún cree en este partido. Pero no es con un cambio de nombre. El país necesita contrapesos políticos como parte de la democracia y ahora le toca al Revolucionario Institucional serlo, aun cuando fuera la última fuerza política.
Pero deben ser humildes y reconocer sus errores. Sin eso, será difícil salir adelante. Perdieron no sólo la Presidencia, sino el Congreso de la Unión, congresos estatales y presidencias municipales, que se antoja difícil, pero no imposible, puedan recuperar.
Pero Morena también tiene un gran compromiso con los mexicanos y dar respuesta a lo que tanto anhela: un México con oportunidades para todos.
Sólo como ejemplo de lo que perdieron los que fueron las tres principales fuerzas políticas se refleja en el la Cámara de Diputados federal: El PRI pasará de 202 legisladores a 45; el PAN de 107 a 81; y el PRD de 51 a 21. ¿Se podrá hacer algo con eso? Ya veremos.