Cuentos de hadas...atormentadas

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Cuentos de hadas...atormentadas

Domingo, 02 Septiembre 2018 00:08 Escrito por 

Relatos feéricos con formato de informe de gobierno en el cierre del sexenio: solidez económica con finanzas públicas estables, deuda pública a la baja, crecimiento sostenido y, en suma, un país unido en torno de la glorificación de la desigualdad y la miseria, sin faltar en el compendio la cuota de violenta felicidad como fulgor del fracaso económico, político y social.

Como todo cuento, el que está por terminar comenzó, obvio, por el principio, a partir del 2012: dólar a 12.90 pesos; magna a 9.86 por litro y la deuda púbica en 5 billones 943 mil millones de pesos.

Un pretendido futuro rutilante aguardaba tras la voluntad pactista de los actores políticos, pero como consecuencia de la misma y esos adefesios resultantes llamados “reformas estructurales”, además de algunos buenos deseos combinados con la solidez de los fundamentos que han configurado el paraíso de la especulación y el agandalle de ese México en movimiento perpetuo, el dólar ronda ya los 19.13 pesos, la deuda se ubicó, al cierre del segundo trimestre del 2018, en 10 billones 427 mil 506.1 millones de pesos y la magna, combustible que consumen ocho de cada diez automóviles, hace rato que rompió la barrera de los 19 pesos y está más cerca de brincar los 20 pesos antes que retroceder, según la promesa reformista.

Por no dejar, en este sexenio de hadas sometidas a tortura permanente, la gasolina premium pasó de 11.36 a 20.87 pesos (casi 59 por ciento más) y el diesel saltó de 11.17 pesos a 20 pesos (48 por ciento).

Todo esto, en medio del mediocre crecimiento de no más del 2 por ciento anual, característico de la era neoliberal y sus ya casi 36 años, a lo que hay que sumar, en cambio, aumentos arteros al precio del gas LP (60 por ciento), utilizado en 76 por ciento de hogares (si en 2012 podían comprar dos cilindros, ahora solo uno), y las tarifas de energía eléctrica (casi 9 por ciento, aunque las residenciales bajaron), amén del rosario de incrementos en todos los productos de la canasta básica y la inflación, que creó un cuadro de terror para el país pues llegó hasta del 6.77 por ciento en el 2017, la cifra más alta en 17 años, esto ante la impotencia del Banco de México frente a su única tarea.

Por otro lado, sería necedad pura no convenir en que el actual ha sido “el sexenio del empleo”, pero del más precario y mal pagado de que se tenga memoria. Muy bien por los 3.4 millones de nuevos asegurados (son 19 millones 418 mil 455), pero muy mal por los 2.6 millones que solo perciben uno o dos salarios mínimos (el 74 por ciento).

Porque en seis años, el salario mínimo aumentó la increíble fortuna de 23.6 pesos: de 64.76 a 88.36 pesos, es decir, a razón de 3.93 pesos por año (el último incremento de ocho pesos en 2017 fue más forzado por la inflación provocada por el “gasolinazo”, que por un acto de contrición neoliberal).

A eso se debe, en parte, que 57.6 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), esto es, unas 30 millones de personas estén en la informalidad (sin contar la informalidad formal, es decir, la generada por la “flexibilización laboral”, ese strip-tease humanista de desprotección laboral por parte de firmas y empresas que acompañan su razón social con el cínico lema de “empresa socialmente responsable”).

Todo esto contraviene la versión oficial que dibuja a su manera lo que en términos bíblicos se podría llamar “los seis días de la creación fundidos en un sexenio”, resumidos en una campaña espotera (de 30 segundos por impacto) digna de “analizar” en las mesas de los más de 5 mil 200 comedores comunitarios en todo el país (otro logro neoliberal en favor de una mínima parte de 56 millones de pobres, incluidos los 2 millones que dejaron de serlo, según el acto de prestidigitación estadística oficial).

Ya ni hablar de la violencia y la narcocultura, espoleadas por esa santurronería criminal ante las drogas y amplificada por las televisoras y una gran cantidad de páginas en Internet.

En materia económica y de seguridad, integrantes del próximo gobierno al menos tienen claro el diagnostico (están en ruinas, se ha dicho), así que menuda tarea les espera para modificar de manera radicar la situación.

De otro modo, de las reformas estructurales de la ciencia ficción pasaremos, no a la “cuarta transformación”, sino a un nuevo período de simulación, que hasta ahora ha sido esencia del sistema económico y político.

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Jesús Delgado

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