En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)
Desde su campaña presidencial Andrés Manuel López Obrador, vio en el tema del salario presidencial un nicho del cual poder sacar miles de votos.
No es de extrañar que desde los primeros días de su campaña saliera a decir a los cuatro vientos que no sólo reduciría el sueldo que recibe el Máximo Mandatario de la nación, sino que además, también habría de quitar las pensiones a expresidentes que significaban un alto costo al erario público.
Su exigencia, tuvo resultados, miles de mexicanos apoyaron su “propuesta” de reducirse a la mitad el sueldo si asumía la Presidencia de la República.
Lo que nunca pensó a profundidad, fue que esto provocaría también la baja en las percepciones de miles de trabajadores y burócratas del gobierno federal, así como de los gobiernos estatales y municipales.
Entiendo su preocupación, al igual que la de millones de mexicanos, y su cruzada contra el problema de la corrupción y de los altos privilegios con los que un “pequeño grupo” de funcionarios ha estigmatizado al servicio público
Porque siendo honestos, ¿cuántos de los miles de trabajadores de la Federación, de los estados o municipios tienen realmente acceso a altos salarios, bonos, o compensaciones e incluso a partidas secretas con dinero discrecional?
Podríamos decir que son los más, quienes llevan años sirviendo en esos gobiernos sin haber recibido más que lo justo, -o lo menos-, por su trabajo, y lo que hoy se pretende bajo la falsa promesa de austeridad del nuevo gobierno, es medir a todos con la misma vara.
Hay miles de trabajadores altamente capacitados o expertos en la administración pública, priistas y no priistas, personal que ha hecho del servicio público una forma de vida y que ante la posibilidad de ver mermados sus ingresos podría iniciar la fuga de enorme talento que podría dañar mucho al país.
Más allá de cuánto ganará el presidente de la República, los senadores, los diputados o presidentes municipales o gobernadores, no hay que perder de vista a quienes son la cara y el rostro de miles de dependencias, y que son realmente quienes mantienen vivas a las instituciones, independientemente del color del partido de los titulares de las oficinas.
No podemos confundir el concepto de burocracia con el de abusos de parte de la “clase política.”
Tip:
“El poder nunca es estable cuando es ilimitado”. Tácito.
No pasaron más de dos días para que las mayorías de Morena en el Senado, la Cámara Federal y en algunas de las Legislaturas estatales cometieran sus primeros dislates legislativos.
Primero en el Senado de la República, al negar en un principio, y horas después, -eso sí, luego de que el PVEM cediera a 5 de sus diputados para que alcanzarán la mayoría absoluta- cambiar de posición y aprobar la licencia temporal de Manuel Velasco Coello para regresar a terminar su mandato como Gobernador de Chiapas, lo que sin duda representa un exceso que tanto pregonaron combatir.
Más tarde, en Hidalgo, los diputados locales de Morena (mayoría por primera vez) amagaron con llevar al Senado la propuesta de desaparición de poderes en esa entidad, luego de no obtener el primer año de la presidencia del Congreso para su partido.
Sin duda dos mensajes claves de lo que pude ocurrir al no existir un contrapeso real que pueda detener los excesos del partido del presidente electo en el Congreso de la Unión y en las legislaturas locales, no hay que olvidar que la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados Federal abre la posibilidad para que Morena presida la Junta de Coordinación Política y la Mesa Directiva de la Legislatura federal los tres años que dure. Ese mismo caso, que sin duda también podrá ocurrir en la Legislatura del Estado de México.
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