Hace unos días un colega presenció la discusión de una pareja que fue tornándose intensa, hasta llegar a los golpes. A través de redes sociales vimos a miles de jóvenes marchar pidiendo, además de justicia, revisar los protocolos para frenar el acoso hacia las mujeres. En más de una ocasión me ha tocado advertir cómo, la ausencia de un proyecto propio, lleva a muchas mujeres a la dependencia de su pareja, incluso después de que ya no están juntos.
Quizá les suene familiar haber escuchado: ⎯Es la primera vez. —De verdad que no quería hacerme daño. ⎯Todo va a estar bien. ⎯Me prometió que no lo volverá hacer. ⎯Es que yo lo provoqué.
¿Cuántas cosas hemos hecho o dejado de hacer las mujeres “por amor”? Desde renuncias al desarrollo profesional, pasando por guardar silencio para no escalar el conflicto, o generar más discusiones; sumar a la jornada laboral la dinámica de trabajo del hogar, sin que ello implique descuidar el agradar en lo estético, en lo amoroso, en lo sexual. La mujer, como dice Carlos Salem en uno de sus poemas:
Se ha pasado las edades tratando de dar la talla.
Del modelo de mujer que su madre le impuso o le prohibió
del modelo de hija que esperaba su padre
del modelo de amiga que exigían sus amigas
del modelo de amante que pedían sus amantes
y por supuesto, del modelo de moda que ordenaba la televisión.
En el trabajo, dar la talla
Como madre, dar la talla
Ha llevado una existencia XXXL
Y un tiempo XS para sí misma. (Salem 2016, La Talla)
Desde este mismo espacio he reflexionado sobre la violencia de género, y seguiré haciéndolo, una y otra vez –y la veces que considere necesarias– con el único propósito de contribuir con pequeño granito de arena a la toma de conciencia, sobre lo que implica este tipo de violencia, particularmente desde el ámbito de lo cotidiano.
Cuando escribo se me vienen a la mente, no sólo poemas como el de Salem, también textos como el de Carmen Ruíz, quien señala que:
El amor romántico se sigue cimentando a través de mitos como el de los celos, la media naranja o la falacia del cambio por amor, que lejos de desaparecer, están aún muy presentes. Deconstruirlos es un gran reto para el feminismo. El amor romántico, como construcción social, está detrás de muchas de las formas de violencia de género
(https://www.lamarea.com/2017/07/27/mitos-romanticos-germen-violencia-genero/)
No estaría mal que en la construcción social del amor, empecemos por erradicar aquello de que el amor duele y hacer hincapié en que, para entender lo que es el amor, se necesita estar dispuesto a experimentar ese sentimiento, empezando por uno mismo. Quien no se quiere a sí mismo, es incapaz de querer a otros.
Quien siente amor por sí mismo, se acepta como es, con sus defectos y sus virtudes. Si se acepta, entonces será capaz de aceptar a los demás. El amor va acompañado de respeto, empatía, lealtad, cariño, nobleza. El amor no es sufrido, ni se condiciona, el amor se comparte. Debemos aprender que si damos amor, debemos recibir a cambio también amor; y que si nos dan amor debemos brindar amor.
Cuando no sientas amor por alguna persona, no te sientas presionada para estar ahí; pero debes ser capaz de identificar cuando una persona tampoco sienta amor por ti, para aprender también a retirarte, a revalorarte y fortalecer ese amor interno. Ese amor por uno mismo que es el que nos permite seguir amando la vida pero, sobre todo, amándonos a nosotros mismos, para así poder amar a los demás.
Cuando alguien se ama, se aprecia y se respeta, es capaz de cuidar de sí mismo. Si te amas a ti misma, jamás permitirás que un hombre, una mujer o una quimera te maltrate, te humille, te violente física o psicológicamente. No, no es cierto, si te maltrata no sólo no te ama, es una muestra de que tú tampoco te amas. La buena noticia es que tú misma puedes empezar a amarte, por todo lo que eres, porque eres para ti misma lo único que tienes, y eres además lo único y más importante para ti.
