El estigma de su oficio pareciera que las deshumaniza, que olvidamos que son madres de familia, hijas, hermanas, integrantes de la sociedad con las mismas necesidades.
En la zona norte o roja de Tijuana, en la frontera entre México y Estados Unidos, las llaman las Paraditas, y están sufriendo por el coronavirus, pero no por los contagios, sino por la drástica disminución de la clientela.
Al principio de la pandemia, dicen haber perdido 80% de la clientela, ahora se han ido reponiendo poco a poco; de 10 a 15 clientes que tenían durante el día, durante la pandemia bajó a uno o dos, máximo 3 y con descuento, dicen una de las Paraditas.
A pesar de extremar sus medidas de higiene, como no besar y utilizar cubre bocas durante las relaciones, pues son las principales recomendaciones que les hacen las autoridades, han llegado a contagiarse.
Sin sana distancia las convierte en un fuerte sector de riesgo y lo saben, pero la gran necesidad predomina sobre el miedo a contraer la enfermedad. Ahora las trabajadoras nocturnas tienen la misión de convencer a sus clientes de que usen el cubrebocas, pues su oficio implica contacto físico.
Roxana inició a los 16 años de edad, cuando una amiga la invitó a una fiesta en donde estarían unos estadounidenses que les pagarían por acompañarlos, desde entonces no había visto tan reducidos sus ingresos como ahora.
A ella le dio #Covid y tuvo que estar 20 días encerrada en casa, aceptó que es casi imposible utilizar el cubrebocas durante su actividad. La mayoría lo trae, pero al estar en el cuarto se lo quitan, ya que es incómodo pues la imagen vende.
La pandemia definitivamente ha afectado a todos los sectores y el servicio de las sexoservidoras no es la excepción. Nadie se salva del coronavirus, a través de la enfermedad o del impacto económico.
Las trabajadoras nocturnas son uno de los grupos más vulnerables porque difícilmente pueden, aunque quieran, cumplir con las recomendaciones de salud, y su economía ha sido también muy golpeada durante esta pandemia.
