“Obra maestra”, así es como la definen los que saben de Cine. Yo no soy una experta en la materia, yo soy simplemente una espectadora común y corriente y desde ahí sólo puedo decir que se apuntaló en mi memoria, y en la de él y ella y otros más que seguramente hemos tenido la fortuna de verla.
ROMA: profundamente nostálgica, anclada por completo a nuestras raíces y –al mismo tiempo– envuelta en valores universales. Vigente en su temática: el quiebre del matrimonio, el clasismo, el machismo, la maternidad, la vida, la muerte, la polarización social y el enfrentamiento entre iguales…
Nos puso en la esquina del tiempo, con el corazón delante. Le apostó a las cosas simples de la vida, a esas que nos arrugan el corazón, al tiempo que nos dan el derecho a soñar. ROMA me llevó a mis propios recuerdos, a mis calles, a mi colonia, a los momentos que atesoro de mi infancia y también de mi juventud.
Antes de ingresar a la primaria solía pasar las mañanas en la cocina, sentada al lado mi abuelo; él solía tocar la armónica mientras mi mamá preparaba la comida y contaba historias. Disfruté mucho de las sobremesas en las que, de manera reiterada, se hablaba de los problemas de nuestro país y del mundo.
Desde siempre me ha gustado el cine, así que no perdía oportunidad de llegar temprano al salón de usos múltiples de la Escuela Primaria que había en mi comunidad, donde una vez al mes se proyectaba alguna película. Ahí me estremeció la historia de “Los sobrevivientes de los Andes”, tanto como la de “El Doctor Zhivago” y “Lo que el viento se llevó”. Estoy convencida que lo que uno tiene oportunidad de ver y sentir en la infancia, determina en buena medida la forma de ver y leer el mundo.
ROMA me hizo preguntarme en qué hemos cambiado, qué es lo que hemos dejado ir, qué debemos dejar ir y qué es lo que nunca debimos dejar.
Me conmovió la “sutileza” con que maneja las violencias cotidianas, esas que frente a las grandes tragedias parecen diluirse. No en ROMA. En ella se ponen en un primer plano. Su belleza radica en los detalles: los sonidos de la naturaleza, la fotografía en blanco y negro, los planos secuencia, personas comunes que más que representar un personaje, lo sienten. La cotidianidad del guión, la mirada femenina…
ROMA me dejó por tarea, intentar construir mi espacio para las nostalgias, para colocar en un primer plano lo que amo, para protegerme del tiempo, para defenderme del vacío y del miedo. ROMA me abrazo el alma y, desde ya, es una de mis películas favoritas…