México se ha posicionado en América como uno de los países en pleno desarrollo por varios motivos, entre ellos, su participación en un mundo cada vez más globalizado, en el mismo sentido, no puede concebirse hablar de América latina sin la participación de nuestro país.
La vecindad que tiene con Estados Unidos, la a aprovechado al máximo, las relaciones comerciales junto con Canadá, hacen que el acuerdo comercial de América del Norte sea uno de los más rentables del mundo, a pesar de la llegada al poder de Donald Trump.
Sin embargo, la política exterior ha venido cambiado con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, quien ha resuelto no intervenir de ninguna manera en la problemática de otros países, enfocando sus esfuerzos a la que aqueja a los mexicanos.
Pero esta condición se le ha venido complicando, las decisiones que ha tomado en sus primeros días de gobierno, han generado una gran polarización en la sociedad, aunque gran parte lo apoya, hay otra que se encuentra muy molesta.
Ahora se le presenta lo que puede ser una gran oportunidad de demostrar madurez y tamaños para dirigir a la gran nación que representa este país. El pueblo venezolano está viviendo un momento histórico, del que México puede resultar excluido, a menos de que la aparente estrategia de colocarse como mediador en el conflicto en el que se ve envuelta la nación hermana, resulte positivo.
No obstante, las señales marcan un camino muy contrario a este deseo, tanto el Presidente como el canciller Marcelo Ebrard han declarado que reconocen al gobierno de Nicolás Maduro, al señalar que la postura de México ante la situación de Venezuela está basada en los principios constitucionales de la política exterior, de la no intervención, aunque de esta forma lo coloca del lado del opresor.
Ahora bien, el conflicto que se vive en Venezuela ha tomado una complicada dinámica, la cual puede escalar a otros niveles. A partir de la autoproclamación del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como presidente de la República, que de acuerdo a su constitución será encargado hasta que se celebren nuevas elecciones, de inmediato tuvo el reconocimiento de varios países, entre ellos los del denominado Grupo de Lima, excepto México.
La decisión de Estados Unidos de reconocer a Guaidó como presidente interino, abrió las puertas a un juego muy peligroso, con un destino incierto, pues como reacción, vino el anuncio de Nicolás Maduro de romper relaciones diplomáticas con aquella nación, y ordenó la salida de sus diplomáticos en 72 horas. Mike Pompeo, Secretario de Estado, dijo que Maduro ya no tiene autoridad legal para romper relaciones diplomáticas con EU.
Ahora, si Maduro obliga a los diplomáticos estadounidenses irse por la fuerza, necesariamente el gobierno de Donald Trump hará algo, y es en donde entra la contraparte del imperio americano, tanto como Rusia, como China respaldan a Nicolás Maduro, y las cosas pueden tomar tintes desconocidos.
México pretende ocupar un lugar muy cómodo respecto al conflicto, en apariencia, pero su sola declaración de no intervención y al mismo tiempo aceptar que al presidente que reconoce es Nicolás Maduro, como dije, se coloca del lado del opresor, y con ello, tendrá que atenerse a las consecuencias.
Separarse de quienes exigen respeto a los derechos humanos de los venezolanos, cuando la mayor parte del orbe lo exige, es alejarse del mundo, es voltear la cara a otro lado, con indiferencia del dolor que padece un pueblo desde hace años, que se muere de hambre y que necesita aliento para mantener su lucha, es, en pocas palabras, estar de acuerdo con la dictadura.
El mundo está cambiando, el socialismo es un modelo que ha demostrado que no funciona, sólo que hay los que no lo creen, aunque el ejemplo de otras partes del mundo les dé una bofetada en la cara, porque piensan que para ellos será muy diferente y que sí funciona. Lo que resulta preocupante, es que mientras otros países con dolor y estancamiento de muchos años, despiertan de su letargo, al darse cuenta que esa no era la vía, tratan de rescatar su libertad a través de la sangre y el dolor, mientras que hay naciones que apenas empiezan ese largo camino.
