Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador de la Red Internacional FAMECOM
Desde el Big Bang, cuando los teóricos comenzaron a hablar cuerdamente del origen de la vida del cosmos hasta nuestros días, no se ha detenido ni por un milisegundo la transformación de la especie animal (incluidos los humanos, desde luego). Somos mutantes sensu stricto. Cambiamos biológica, fisiológica, antropomórfica, mental y socialmente. Desde que nuestro pulgar se apartó del índice, nuestra civilización comenzó a desarrollarse. Hay que leer más de ocho buenos libros al año; sólo así dejaremos de creer en estupideces.
La mayoría quiere averiguar cómo viven y qué experimentan los demás; de qué maneras viven su erotismo o por qué osan compartirlo para el inconfesado deleite del resto de ciber-vecinos. Les habita un deseo de avistar (voyerismo) que nos les cabe en el cuerpo ni en su obtusa cabeza. En medio de esas miradas, desde el conservadurismo más procaz, pretenden cegar todo aquello que no cabe en los estrechos cánones de sus gráciles devaneos erótico-sexuales.
Lo anterior, porque el deseo polisexual y su satisfacción debe ocupar un lugar mucho menor en las agendas neoconservadoras de la especie humana. Los pensamientos de derecha quieren entrometerse en todo cuanto tienen guardado en sus más recónditos anhelos, pero no se atreven a explorarlos ni a manifestarlos; temen enamorarse.
Hace unos meses, el gobierno estadounidense –con Trump a la cabeza—acaba de lanzar una férrea batalla a través de lo que se ha denominado la “Ley de Baños”. En el estado de Texas se pretende obligar a que todos los escolares opten por ingresar a los sanitarios, según su sexo biológico de nacimiento, es decir, a quienes nacieron con genitales masculinos (según su acta) que vayan a los de caballeros; las personas de sexo femenino, que usen los baños designados para mujeres.
El asunto se ha enconado debido a que una de las minorías, las personas transexuales, tanto vía hormonal como vía quirúrgica (genitoplastía feminizante o masculinizante) han interpuesto demandas para que –con apego a sus derechos humanos-- se les permita ingresar a los sanitarios que correspondan con su reasignación identitaria sexo-genérica y no por lo que estipula su carta de nacimiento. El asunto se ha complicado porque hay empresarios que amenazan con retirar sus inversiones si los sanitarios “incluyentes” llegan a prosperar. ¿En México, cómo vamos? Todavía a años luz de este tipo de innovaciones a escala humana.
