Como cada mañana, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, sostuvo una de sus acostumbradas charlas con la prensa afín, esos que sí son prudentes, los que hacen preguntas a modo para que el primer mandatario pueda lucirse, ya sea para pedirle que hable de su arrolladora personalidad, de su gusto por el béisbol o para componerle la plana a alguno de los funcionarios que pudieron haberse atrevido a decir algo fuera de lugar o contrario a su personal percepción, porque corren el riesgo de caer en el concepto tan manoseado del conservadurismo.
No quiere decir que todos los que están encargados de cubrir la fuente para sus respectivos medios sean de esta manera, pero en realidad, ¿quién de ellos se puede sentar al frente para ser elegido por el dedito santo del mandatario para hacer alguna pregunta? No cualquiera, las condiciones son tan obvias que no necesitan mayor explicación.
Bajo estas circunstancias los ahí presentes tienen la obligación de echarse de principio a fin el mensaje unipersonal del ejecutivo federal, con la esperanza que a alguno de ellos pueda caerle de casualidad la oportunidad de lanzar su pregunta, o de que alguien de los aplicados de enfrente haga algún cuestionamiento interesante para poder salir del aburrimiento.
Ahora lo ha dejado más claro, cuál debe ser el comportamiento de la prensa ahí reunida, salvo los incómodos viajeros de algún medio internacional que pretenda hacerse presente para soltar algo de lo que le interesa, y que desde luego, el equipo de la oficina de prensa de presidencia no puede darse el lujo de batearlo.
Lo advirtió López Obrador, serán los ciudadanos, o en este caso, los bots inflados, quienes al final de cuentas pongan a cada quién en su lugar.
Esto quiere decir que la información que maneja el tabasqueño debe ser aceptada, así nada más, sin cuestionar, sin atreverse a señalar algún error visible que se detecte, aunque, ha sucedido muchas veces, tantas que parece el siguiente capitulo de una telenovela mal escrita por un aficionado, para rectificar cifras o datos ofrecidos el día anterior, o la semana pasada, eso no importa. Lo importante es no incomodar al presidente.
La prensa imprudente tendrá que acostumbrarse a guardarse esas preguntitas incómodas que no le favorecen al mandatario, aunque el pueblo esté mal informado, eso no importa, es el pueblo bueno y sabio, seguro que estarán felices de escuchar lo que quiere decirles y sin duda le darán la razón.
Algunos casos son de destacarse, como el de Pedro Ferriz Hijar o el del periodista Jorge Ramos, sí, aunque crean que les dieron con todo a través de las redes sociales, cosa que seguramente ni a uno ni a otro los debe tener con cuidado, pero, son los que llegaron a hacer su trabajo, ¿es eso imprudencia?
No puede pasar por alto sin embargo, que se ha visto un espectáculo verdaderamente ridículo, el que hacen algunos de los ahí presentes, ponen en entredicho la noble labor del periodista, y se está volviendo tan común que no puede evitarse sentir una gran decepción por las preguntas tan absurdas que se escuchan todas las mañanas.
Tenemos un gobierno que está acostumbrando a los ciudadanos a no preguntar, a que acepte todo, por ello existe tanta opacidad para las decisiones más importantes, las que deberían, en un país democrático, informarse con transparencia sobre los cómos y los por qué, pero esto no es así en el presente, aunque supuestamente iba a venir con la nueva administración una gran transformación para México, con alcances épicos
Pero no la hay, al contrario, López Obrador insiste en vivir en un mundo paralelo al que resiente toda la sociedad, ve un cambio, pero en su imaginación, no precisamente en la realidad, la economía, la seguridad, le dan en el rostro y no hay, por el momento, alguien que se atreva a señalarlo.
México necesita a un estadista en la presidencia, pero López necesita a gente como Marco Antonio Olvera para tirarse de tapete para que no ensucie sus piecitos, fue el que calificó a Jorge Ramos como cirquero.
¿Cuál es el pecado de los medios? ¿no decir cuál es su fuente como en el caso del Reforma? ¿para qué? ¿Para castigar a quien deslizó la información? Debería saberlo, los que son serios no descubren sus fuentes.
Sin olvidar que fue el mismo presidente quien mediante un video anunció que había enviado esas famosas cartas haciendo a un lado la cuestión diplomática.
Lo que desea López Obrador es callar a los críticos de su gobierno, que queden como “momias”, y poder firmar algún memorándum aunque no contenga fundamento legal, o se burle de los ciudadanos y de los opositores enviando ternas de incondicionales, y repetirlas hasta que pasen o designando a un militar a la Guardia Nacional, mostrando con ello que tiene todo el poder.