Es doloroso saber que hoy, en muchas familias, se vive la tristeza, el coraje, la rabia y el tormento de haber sufrido violencia sexual, en los más pequeños de la familia.
La violación a nuestras niñas y niños sí ocurre, y ocurre con mayor incidencia en periodos vacacionales, donde la gran mayoría de los atacantes son personas que integran su círculo familiar, como el propio padre, padrastro, abuelo, tío, primo, gente que labora en el hogar.
Lo más indignante es que muchas familias lo mantienen en secreto, no denuncian y menos piden ayuda psicológica tanto para la víctima como para la familia.
Priscila Bernal Martín del Campo, abogada, señala que es importante denunciar, denunciar y aportar todos los elementos para lograr la captura de quien comete el delito, además de iniciar un protocolo de salud tanto para niñas como niños para descartar alguna infección sexual, incluso un embarazo en las niñas.
A la par de este protocolo, que llega a tener duración de 6 meses a un año, también se lleva a cabo uno psicológico, donde se le da a la víctima terapia para superar el hecho y evitar que el suceso pueda tener repercusiones en su futuro como repetir el padrón, caer en depresión y otras alteraciones.
Es importante que la familia de la niña o niño violentado también acuda a un servicio psicológico ya que también fue una agresión para ellos y por ello requiere tratamiento para evitar consecuencias negativas que van desde depresión hasta episodios de violencia para intentar vengar lo sucedido.
Las psicólogas Gabriela Rivas Rodríguez y Marissa Sánchez Piña recomiendan a los padres de familia ser muy observadores con nuestros hijos, ya que cuando existe una violación y los niños no se pueden expresar con palabras, lo hacen a través del llanto sin motivo, con alteración del sueño, falta de apetito, cambio de humor y falta de interés en acciones que antes disfrutaban.
Es importante observar que si de repente nuestra hija o hijo manifiestan rechazo a cierta persona, es un punto de alerta, que debemos atender y, sobre todo, no ocultar un suceso de este tipo, ya que no solo la víctima, sino toda la familia requiere ayuda.
El amor y el tiempo siempre serán un binomio perfecto para sanar heridas, sin hacer menos la ayuda de médicos, psicólogos, abogados, ministerios públicos y jueces que están comprometidos para acabar con esta atrocidad en contra de nuestras niñas y niños.
Evitemos que se escriban más historias de dolor, y demos la mano a quien lo necesita.
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