Continua al alza la delincuencia en nuestro país y, para sorpresa de muchos, los delincuentes cada vez son más jóvenes, que buscan una vida más fácil, con menos esfuerzo pero con poder y dinero; otros más, sólo a modo de rebeldía para contradecir a sus padres.
La delincuencia organizada sigue contaminando a nuestra juventud que, deseosa de un mejor porvenir, es presa fácil de grupos delictivos, ya que están bombardeados de mensajes que la manera más rápida de sobresalir es en las filas de la delincuencia.
La televisión, inmortalizando a capos de la droga y asesinos que iniciaron su carrera delictiva a temprana edad, volviéndose ejemplos de vida para los jóvenes. Encumbrando poco valor a la vida, sin temor a un castigo divino y menos a la justicia del hombre.
Muchas familias callan para no lastimar a su sangre, porque saben de las actividades delictivas que llevan a cabo; saben la procedencia del dinero que llevan a su casa; saben de dónde vienen los artículos electrodomésticos, las auto partes, y todo artículo que puedan vender para obtener dinero.
Pero no hay denuncias, se solapan estás actividades por la falta de control de los jóvenes, por no saber a qué realmente se dedican, por no exigir continuar con sus estudios o por no inculcar tener una fuente de empleo lícita; por no sembrar valores en ellos y hacerles saber que es malo robar, que es malo agredir, que es malo matar.
Vivimos una época carente de valores, sin respeto a una religión que condena quitar la vida a otro ser humano; vivimos con padres de familia ausentes, madres y padres permisivos que, ante la falta de tiempo y mano dura, se vuelven complacientes dejando a la deriva a la juventud, en las garras de la delincuencia, que sigue sumándolos en sus filas para adiéstralos para matar, robar y para perder su vida o su libertad.
¡No callemos nuestra voz, alcemos la voz para no perder a nuestra juventud!
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#LupitaEscobar
