Se llevaron a cabo elecciones en seis entidades del país: Puebla, Baja California, Durango, Quintana Roo, Aguascalientes y Tamaulipas. Destacan por la importancia estratégica las de gobernador en Puebla y Baja California.
Más allá de la propia dimensión de cada una de las elecciones en estos dos estados, la elección, en los hechos, se convierte en un referéndum hacia el gobierno de López Obrador, a casi un año de haber obtenido el triunfo en prácticamente todo el país. A eso jugó el PAN y en menor grado el PRI. En ambos casos la presencia y poderío del blanquiazul convirtieron en baluartes ambas entidades y por ello precipitaron una campaña de desprestigio en contra de Lopez Obrador. Apostaron con todo a mantener el poder a toda costa en Baja California, que habían detentado durante 30 años, y Puebla, como estratégico punto de confluencias y puerta para el sureste mexicano, donde hace apenas un año habrían retenido a la mala el gobierno para la esposa del exgobernador y candidato a senador Moreno Valle.
En su lógica tradicional, pensaron que si debilitaban a López Obrador, significaba dar en la línea de flotación a morena y la derrota sobrevendría sola. Por eso era imprescindible presentar ante la ciudadanía una imagen de fracaso del nuevo gobierno. En las plazas y en las cámaras se desgañitaron coreando gritos de desprestigio y mentiras hacia el gobierno. Echaron mano de todas las herramientas y voces a su alcance. Derrocharon tinta y saliva para intentar lograr su propósito. Sin embargo, perdieron de vista que quemaron gran parte de sus baterías. Quemaron sus naves en una intentona desesperada.
Por esa razón, las elecciones de este domingo son un referéndum. Los partidos de la derecha están aniquilados, según todos los sondeos de opinión. Ninguno de los candidatos a gobernador, distintos a los postulados por morena, lograron subir en la intención del voto. En ambos casos, los candidatos de morena, Miguel Barbosa, por Puebla, y Jaime Bonilla, por Baja California, rondaban en 50% de la intención del voto, con lo que se auguraban dos gobernaturas más para el lopezobradorismo.
Sin duda, el resultado oficial, si no pasa nada extraño, será una auténtica bocanada de aire fresco para el presidente Lopez Obrador. Será un auténtico trampolín desde el que catapultará sus próximas decisiones. Será un auténtico apachurrón para sus opositores y refrescará la legitimidad del gobierno y de sus políticas públicas.
La visión de corto plazo de la oposición al régimen, y en particular la del panismo, los ha llevado a comentar un grave error: Jugar el todo por el todo en dos elecciones que se adelantaban difíciles perdiendo la mira del horizonte. Los efectos para la intransigente derecha serán desastrosos. Quedarán ante el electorado como un partido poco atractivo, sumidos en la derrota, ensimismados en sus pleitos internos y totalmente desarticulados. ¡Les ha faltado entender que en la política la paciencia también es virtud!
