¿Interoperabilidad… generacional?

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¿Interoperabilidad… generacional?

Miércoles, 21 Agosto 2019 09:46 Escrito por 
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Hace algunos años –tres décadas para ser exacta– era parte de la primera generación de bachillerato que incorporaba, como parte de la formación curricular, una nueva asignatura denominada “Computación”. Me parece que hoy ya no se llaman así asignaturas de ese tipo; de hecho, ya ni se llaman “asignaturas” las asignaturas. Sin duda era otra época.

Y pese a que el objetivo de esa nueva materia era adiestrar a los estudiantes en el uso básico de las llamadas “Computadoras Personales” (PC), la verdad es que no eran “tan” personales, pues nos asignaron una a cada tres estudiantes. No se me malinterprete, por supuesto que estoy convencida que fuimos una generación muy afortunada por tener esa posibilidad en una escuela pública, sólo lo destaco por la paradoja intrínseca entre la idea de “personal” y de uso “compartido”.

En fin… que recuerdo con lujo de detalles cómo íbamos reconociendo con la mirada cada una de las partes que integraban este dispositivo electrónico que, muchos de nosotros, veíamos por primera vez en nuestras vidas: la caja de la unidad de almacenamiento, el teclado y el monitor, todo integrado en un estorboso y pesado “mueble” que después supimos que, en su conjunto, deberíamos llamar “hardware”.

De los tres componentes el monitor era, sin duda, el que más interés nos generaba; no sólo por ser el canal de salida de la información, sino porque tenía una gran similitud con la pantalla del televisor que, en esa época, era la principal fuente de distracción en los hogares mexicanos. Con la salvedad de que se trataba de un monitor que sólo desplegaba letras y números con rasgos cuadrados, en un color anaranjado o verde fosforescente y titilante. ¡Un primor!

Unas semanas más tarde empezamos a familiarizarnos con el software, sin comprender del todo cómo era que la suma de esos contenidos lograba, además de un adecuado funcionamiento, encontrarle “un sentido” al uso de las PC.

Poco a poco fuimos aprendiendo referentes básicos sobre el Sistema Operativo y las posibilidades de programación de acuerdo con las características del hardware y el software.

Algunos años más tarde, y gracias a la llegada de Internet y de la variedad de dispositivos móviles, muchos colegas de mi generación logramos incorporar nuevos conocimientos que nos permitieron, a su vez, comprender y experimentar “en carne propia” las posibilidades de “interoperabilidad” entre unos y otros.

Con la llegada de las redes sociales, casi sin darnos cuenta, se revolucionó la forma de comunicarnos; por un lado, se redujo de manera significativa el contacto personal con los más cercanos y, por el otro, nos acercó en una comunicación constante con quienes están en distancia más lejos.

Como dice Ignacio Yarnoz: “El mundo ha cambiado. Como lo hizo después de la Revolución Industrial o de la Revolución Francesa. Solo que en este caso lo ha hecho social y culturalmente. Nuestra sociedad ha cambiado en la forma de informarse y comunicarse. Ante nosotros se abre un mundo en el que las redes sociales constituyen la primera fuente de información para sus usuarios, quienes en cuestión de segundos pueden saber de la última canción de su cantante favorito o enterarse del último escándalo de corrupción.”

Las operaciones algorítmicas en cantidad y complejidad que desarrolla el día de hoy el más elemental de los teléfonos celulares, no podrían haber sido desarrolladas en las primeras computadoras que conocí siendo adolescente. Sin embargo, me parece sorprendente que todo ese despliegue tecnológico siga siendo desarrollado tomando como base el código binario utilizado desde la ancestral “Máquina de Turing”.
¿Cómo es posible que dichos dispositivos hayan cambiado tanto en tan poco tiempo, desde aquellas computadoras que tenían el tamaño de una habitación, hasta los relojes que funcionan como pequeñas computadoras inteligentes y que, en su parte básica, sigan funcionando igual, mediante operaciones de álgebra booleana?

Con certeza, a muchos de ustedes esta historia les resulta familiar y también soy consciente de que hay quienes nunca han sido, no han podido, ni podrán ser parte de estos cambios tecnológicos…

Me detengo para hacer una analogía social y me ubico generacionalmente en ese primer modelo de PC que conocí y miro el cambio vertiginoso, que nos ha modificado la vida, pero que en el fondo es básicamente el mismo. En ese esquema identifico las características propias del espacio y el contexto en el que se desarrolló mi generación; las ideas, los principios y los valores con los que fuimos construidos, permitiéndonos ser funcionales y responder a las expectativas propias de nuestra época.

Me reconozco en ese modelo, al tiempo que reconozco que existen otros modelos, con su propio hardware y software diferentes al mío. Mis hijos, mis sobrinos, mis alumnos son parte de otra generación, y por más que intento actualizarme, la capacidad de mi hardware en algunos temas no me da del todo, como en su momento tampoco les dio a mis padres.

PD: No omito decir que dicha sensación se materializó drásticamente cuando fuimos a visitar el Museo Universum en la UNAM, con una amiga de mi generación, mi hija y una amiga suya. Lo supe todo cuando en la sección “Historia de la Computación” vimos una máquina similar a la que describo al inicio de este relato dentro de una vitrina, fungiendo como una espléndida pieza de museo. Mi amiga y yo nos miramos y sonreímos, mientras mi hija y su amiga miraban aquel objeto y se preguntaban en silencio –¿Y esto, cómo se prende?

 

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Ivett Tinoco García

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