1985, el parteaguas en la historia de un país despreocupado y sin temor a los fenómenos naturales.
Aun cuando ya se habían sentido sismos de gran intensidad, ninguno había causado los estragos del que sacudió la tierra el 19 de septiembre de 1985. México entero inició el día sorprendido por la caída de grandes edificaciones y pequeñas casas en la zona central de la capital del país.
De inmediato la naturaleza de la raza de bronce surgió y muchos nos unimos para apoyar las labores de rescate; sin embargo, la falta de organización, control y conocimiento hicieron que las acciones de los voluntarios dieran resultados lentos y erráticos.
De este ejemplo, el país entero aprendió que los temas de seguridad ante los embates de la naturaleza son de gran importancia y los diferentes niveles de gobierno pusieron manos a la obra para organizar un sistema que cimentara la creación de las acciones en materia de Protección Civil y garantizar la seguridad buscada.
Hoy podemos decir que hemos avanzado, pero la pregunta es: ¿son suficientes los esfuerzos de pueblo y gobierno en este tema o hace falta trabajar en la materia? Si nos concentramos en el hecho de que 32 años después, también un 19 de septiembre, la tierra se sacude con gran intensidad, causa daños similares a los de 1985 y muertes de inocentes, podríamos concluir que todavía nos falta un gran camino por recorrer.
Es de reconocerse la organización de las fuerzas armadas y la autoridad de seguridad, la acción de los grupos especializados en rescate y salvamento y la voluntad social para auxiliar a la población afectada; pero ¿en dónde queda la prevención, la construcción de edificios con características antisísmicas, la intervención de la autoridad para no permitir la edificación en zonas inestables o la construcción fuera de norma y, sobre todo, ¿dónde está la conciencia social para prepararnos en el actuar antes y durante un sismo de esta magnitud?
Es cierto, ya avanzamos un gran trecho en acciones desde 1985, pero aún nos falta mucho. Las acciones preventivas son la base para conservar la vida de millones de ciudadanos que enfrentamos no sólo temblores o terremotos, también huracanes, inundaciones, tsunamis y cualquier fenómeno natural que pone en peligro la vida.
Los programas de protección civil tienen tres objetivos: la prevención, el auxilio y la recuperación, es decir, las acciones para realizar antes, durante y después del fenómeno perturbador y, sin lugar a dudas, las primeras son las que más vidas salvan. Apostemos a la prevención ante los grandes desastres. Si trabajamos en prevenir, el tema de la protección civil dejará de ser una moda para convertirse en un tema de vida.
Concentrémonos principalmente en tomar acciones para saber cómo actuar durante un fenómeno natural de grandes dimensiones pero, sobre todo, para no permitir que causen daños irreversibles. Este es el principal objetivo de la Protección Civil.
Por cierto, ¿ya tienes tu plan de emergencia familiar?