México se encuentra viviendo una transformación. Sí pero en la política, y ésta no es profunda, únicamente de formas, porque en el fondo es pan con lo mismo. La época es similar a la que ya se vivió cuando gobernaron Gustavo Díaz Ordaz, José López Portillo, Luis Echeverría Álvarez, en la que la libertad era limitada, de expresión, de prensa, de comedia política, de caricatura.
En los últimos sexenios parecía que el país había avanzado en esas libertades, cuando gobernó Vicente Fox divirtió a muchos, Calderón, otro tanto, con Peña Nieto, ni se diga, tanto que el ex presidente llegó a hacer un sketch con Chumel Torres, impensado en viejos tiempos, en los que no se podía tocar a los políticos ni con el pétalo de una rosa.
Especialmente las redes se dieron vuelo con el ex mandatario Peña, no había día en el que no surgiera algo nuevo, y al mismo son de las risas de unos, se contagiaban otros, incluso militantes del mismo instituto político del ex presidente lo hacían, se aceptara o no, pero era parte del chascarrillo diario.
Incluso, hubo hasta quién se atrevió a sugerir que tiraran bombas, entre otras cosas, y esas arengas más bien se tomaban como parte de un humor negro, que no a pocos desagradaba, pero que no dejaban de ser vistos como el comentario pesado sin la mayor trascendencia.
Sin embargo, nunca se sabe si en algún momento va a surgir algún desquiciado que pudiera intentar alguna acción negativa en contra de algún alto funcionario, en especial si se trata del titular del ejecutivo federal, es por eso que se ha insistido tanto para que se tome en serio su seguridad. Por mucho que diga que el pueblo lo cuida.
Esa frase sólo se entiende como un mensaje dirigido a sus simpatizantes, a su base electoral, pero es importante que López Obrador tome en serio su seguridad, es su obligación, se trata de la investidura presidencial y no debería pensar que solo se trata de su integridad, pone en riesgo la institución que representa.
Ahora, sí es importante preponderar la diferencia que existe entre un comentario que realmente presuma una verdadera amenaza, de otro, que deviene del humor negro muy propio del mexicano. Ese humor es algo que predomina en su forma de ser. Pero, antes se permitía, ahora no. A la nueva élite política nada les parece, nada aguantan, cada comentario es calificado como un exceso, la crítica ha sido copada, y muchos periodistas y medios de comunicación, que antes fueron críticos, ahora guardan mesura. Una critica, es eso, no debe suavizar el oído de nadie, por eso lo es, y debe entenderse de esa manera.
Las frases tan manoseadas que se han utilizado últimamente hasta el hartazgo, como chayotero, lame suelas y otras similares, muchas de las veces desconocen su significado, pero son proferidas como ofensas para señalar a algún reportero o medio que no les favorece, ya sea al Presidente o a cualquier integrante del nuevo gobierno.
Aunque el intento de silenciar a la crítica se reproduce exponencialmente en las redes, el uso de bots no es nuevo, y puede entenderse tal vez que sean utilizados como medio de intimidación, eso cuesta, pero, cuando son los ciudadanos libres que adoptan y reproducen los mensajes, por lógica se enfrentan contra su contra parte, y surge un odio que se ha venido alimentando con el tiempo, y que tiende a crecer.
Es cuando aparece la duda, ¿en qué momento familiares, vecinos, amigos, compañeros, llegaron al extremo de retirarse el habla porque unos apoyan al nuevo gobierno y otros no?, ¿en qué momento se volvieron enemigos?, ¿lo recordarán? ¿saben el origen? O ¿entenderán por qué defienden una posición u otra?
La división existe y no es porque seamos diferentes, sino porque esa animadversión se construyó desde el fondo de una estrategia bien pensada, bien planeada, para dar los resultados que ahora tenemos. Cuando una joven aunque sea piloto, puede verse como un peligro de las dimensiones en las que dibujaron la imagen de Ximena García, quien expresó su humor, negro o no, pero humor al fin, es para preocuparse. El silencio forzado se desvela y si el Estado se convierte en cómplice por omisión, deriva en violencia contra la libertad de expresión.
Sólo basta con recordar algo que es de suma importancia y que dibuja de cuerpo entero lo que en realidad es un buen ciudadano de este país. El temblor de aquél 19 de septiembre de 2017 resultó en una tragedia en diferentes zonas de México, y como el recuerdo del que ocurrió en 1985, muchos, y quiero dejarlo bien claro, sin convocatoria de nadie, acudieron a ayudar, a buscar cuerpos, a rescatar vivos, a apoyar con víveres, dinero, y fue el pueblo, no fue el gobierno, o algún partido político que los llamó.
Eso, de entrada debería ser suficiente para darse cuenta que en efecto, el pueblo tiene un alto grado de identidad y de solidaridad, de sentir y compartir el dolor ajeno, tanto que cuando se ha necesitado ayuda en algún otro lugar en el exterior, es el mexicano que se ofrece voluntariamente.
Precisamente hablado del temblor que dejó perdidas humanas y materiales, aún existe la duda respecto del destino del auxilio internacional, las cuentas deben quedar bien claras.
La respuesta fue llegando de a poco, pero queda algo en claro, la unión y participación que brindó la gente con el corazón en la mano, dio de sí, sin esperar nada a cambio, hasta casi desfallecer. Entonces ¿en dónde está la diferencia? Es el pueblo que debería unirse para exigir del gobierno, que no necesita defensores, y no permitir ser confrontados pueblo contra pueblo.