La confianza es una virtud de una persona honorable, representa la firme esperanza que ésta invariablemente cumple con lo que ofrece, es un aspecto de la vida que se gana poco a poco, no basta con tan sólo prometer cualquier cosa como para ser digno de ser considerado confiable, las acciones son el reflejo de la certeza de ese compromiso.
Por otro lado, la desconfianza, o la pérdida de la confianza es mucho más sencillo de obtener, muchas veces con tan sólo una sola acción negativa o contraria a lo ofrecido es como la confianza se va despareciendo hasta perderse, condición más que arriesgada, porque en ocasiones nunca se recupera.
México, ha batallado para colocarse como una de las economías importantes. Es la número dos en Latinoamérica y la 15 a nivel mundial, consideración que no es fácil de obtener, por lo mismo, ha representado uno de los destinos en inversión más atractivos, la confianza de los inversionistas se la ha ganado por la coherencia en su política económica.
Sólo que las cosas han cambiado con el nuevo gobierno, ahora los inversionistas y el mundo entero ven a México con curiosidad, esperando para saber cómo se van a acomodar las cosas, pero especialmente, cuál será la política exterior que adopte en adelante. Los dueños del dinero, inversionistas extranjeros y nacionales, aún muestran cautela y no deciden comprometer grandes cantidades, a pesar de las promesas que le han hecho al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Es una época difícil en el mundo, las condiciones políticas de las potencias mundiales mantienen en expectativa al resto. Para México, el Tratado del Libre Comercio T-MEC con Estados Unidos y Canadá, aún no ratificado, y la combinación de los factores puede afectar de manera importante la situación actual de la nación.
Es complicado aceptar que sea únicamente la corrupción la responsable del estancamiento económico de México, para esta condición se necesita una combinación entre lo que no ha funcionado, pero también lo que se ha dejado de hacer, los mensajes que se han venido dando no abonan a recobrar ánimo de los que pueden inyectarle pulso de reactivación en ese sentido.
Para los que antes eran decididos socios comerciales, ahora guardan prudencia, cuidan su dinero y no hay posibilidad de reprocharles nada, pues se entiende que no lo van a arriesgar tan sólo por amor a la patria, debe ser aceptado que el dinero no tiene patria, y se va a donde le prometen crecimiento. Los que se quedan, aplican mayor interés por el riesgo que les representa poner en juego sus activos.
Puede haber promesas de traer grandes capitales, pero mientras no sean tangibles, seguirán sin existir. Lo que sí es un hecho, es que mucho capital invertido en suelo azteca ya lleva rato que ha venido saliendo del país para buscar mejores horizontes.
Los ricos lo son porque cuidan su dinero, diversifican sus movimientos, pero si para comprometerse con el gobierno y aventurarse en emprender nuevos negocios o inyectarle a los existentes no tienen confianza, y sienten no estar seguros, determinan llevarlo a otro lado para no arriesgar su fortuna, no tienen ninguna necesidad.
Ahora, se han venido dando infinidad de despidos con la fuga del capital, y pueden influir dos causas, una; la incertidumbre que les ha provocado la nueva administración federal, agregando con ella las reformas del tema de las facturas falsas que carecen de claridad y aparenta una persecución legal implacable en contra de los empresarios (parece que en la actualidad es malo ser rico), y la otra; la inseguridad galopante que ha superado por mucho al gobierno.
Ya sea por incertidumbre o por inseguridad, pero el fin afecta a la clase trabajadora del país, si no hay inversión, no hay fuentes de trabajo, no hay dinero, y aunque la inflación se reporta como estable, lo cierto es que no hay para gastar, los mexicanos inevitablemente se alejan del crédito, puede ser que a esto se debe el pobre desempeño de la venta de autos nuevos.
La desconfianza surge de los que hoy ostentan el poder, empezando por el presidente López Obrador, quien ha hecho de la mentira parte inseparable de su discurso diario, los “otros datos” van a terminar por despojarlo de cualquier cantidad que crea tiene de confianza del pueblo bueno y sabio.
Sus mentiras terminarán por exhibirlo de cuerpo entero, el engaño a los gobernados tarde o temprano cobrará su factura, y para ese momento será muy difícil recuperar la confianza de la que ahora, increíblemente goza.
Ha anunciado el presidente López Obrador que la próxima semana dará un informe en materia de seguridad, que es la principal preocupación de los ciudadanos y de su gobierno, dijo, aunque parece ser innecesario esperar tanto para imaginar que saldrá con actitud triunfalista a decir que sus “otros datos” señalan que vamos bien, que la inseguridad ha disminuido o se ha controlado, tal vez incluso muestre una gráfica en la que puede hacer comparaciones con meses anteriores, y le saldrán los datos que necesita para arrogarse de tener razón.
No obstante, la percepción de inseguridad de los ciudadanos es manifiesta, la sienten todos los días, no hay semana que no se reporten asesinatos, enfrentamientos, robos, secuestros, feminicidios, etcétera. El titular del ejecutivo federal juega con los sentimientos de una nación cansada de tanta mentira.
López Obrador y Claudia Sheinbaum hablan que el “cinturón de paz” formado por 12 mil burócratas de la capital y que se les ocurrió poner para la marcha del 2 de octubre resultó un éxito, dijo Sheinbaum que estaban ansiosos por participar, aunque a las primeras de cambio salieron presurosos para proteger su integridad, sólo el palacio nacional estuvo seguro con policías y burócratas.
Ocultar la verdad no resuelve las cosas, a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México le preguntaron si los empleados que salieron a apoyar ese cinturón se les iba a descontar el día, con una sonrisa mezclada entre nerviosismo y otra cosa, dijo que no, que eran sus funciones, que están esos actos dentro de sus ¿qué señora Sheinbaum? Y en verdad ¿estaban ansiosos por salir a que les rompieran la madre?
Va a llegar el día en el que ni al presidente, ni a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, ni al gobernador de Veracruz, ni al de Puebla, o al de Baja California, entre otros, les crea nadie.