Nikolái Kondrátiev, (1892-1938) fue un economista ruso. Su fama se debe a ser quien formuló la teoría del ciclo económico largo, cuya duración fluctúa entre 48 y 60 años. Kondrátiev participó también en la elaboración del primer Primer Plan Quinquenal de la Unión Soviética y fundó, en Moscú, el Instituto de Investigación de la Coyuntura.
Aunque discrepaba de los bolcheviques, en 1920 elaboró la teoría en la que se basó la adopción de la NPE (Nueva Política Económica), propuesta por Lenin, pero a la cual se opuso Stalin, como etapa de transición que aceptaba el establecimiento de algunas empresas privadas ante los problemas que enfrentaba la economía del país. Esta política económica permitió que pequeñas empresas volvieran a abrir para el beneficio privado, mientras que el Estado seguía controlando el comercio exterior, los bancos y las grandes industrias.
Sin embargo, tras la muerte de Lenin sólo 4 años después, en 1928, era despedido de su trabajo, en 1930 era arrestado, condenado a 8 años de cárcel en el gulag y, al final de ese periodo fusilado por órdenes de Stalin. El dictador soviético nunca toleró la posición de Kondrátiev en contra de la industrialización de la Unión Soviética, a costa de la economía agrícola de mercado y por su ¨teoría falsa y reaccionaria¨ del ciclo económico largo que contradecía la profecía marxista del ¨inevitable fin del capitalismo¨.
Todavía hoy en el capitalismo se discute si es falso que haya ciclos largos, hasta que una gran crisis se presenta de nuevo, siguiendo el mecanismo que descubrió el malhadado economista ruso. El totalitario ¨Socialismo real¨ de Stalin, como sabemos, se impuso hasta la caída del muro de Berlín y de la URSS misma arruinada por sus ideas totalitarias.
Y quedó el ¨Capitalismo real¨ con su dinámica capaz de regenerarse a pesar de las recurrentes crisis, aunque cada vez con más dificultades, al menos para la gran mayoría. A partir de las crisis de los años setenta del siglo pasado la economía capitalista redescubrió el ciclo Kondrátiev, sinónimo de ciclo largo.
Con la revolución tecnológica de los años noventa, especialmente la guiada por la informática, se reconoce el ciclo largo y su lado positivo: si existen los ciclos largos, la recesión pasará tan mecánicamente como fatalmente llegó y el mercado encontrará automáticamente nuevas fuerzas que lo lleven al auge (aunque no para todos, ¿el 1%?).
La informática ciertamente ha mejorado la eficiencia de la oferta del aparato productivo y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación paralelamente dan nacimiento a nuevas demandas de los consumidores excitados por las novedades tecnológicas. Pero estas nuevas tecnologías no estimulan más empleo total y los que se crean en la economía en general han sido empleos de baja remuneración. El otro lado de la moneda es que el aumento del ingreso se ha concentrado en unas pocas manos (¿otra vez el 1%?) y eso debilita la demanda total.
Así, regresan las fluctuaciones coyunturales en el sistema económico. Pero la pendiente de la trayectoria de la economía mundial parece que ha cambiado y se asoma negativamente de nuevo el fantasma de Kondrátiev, con su amenaza de desaceleración económica que puede conducir al lado malo del ciclo y a una nueva crisis por el creciente desequilibrio entre demanda y oferta.
Perdón por el pesimismo, pero no solamente hemos llegado tarde al banquete de la civilización, como decía Alfonso Reyes, sino que creo que también llegamos tarde a la civilización del banquete. Gracias a los malos gobiernos de todos los signos, ya no sabemos qué es peor, si los estatistas del pasado o los privatizadores mal llamados tecnócratas neoliberales, que ni unos (los hunos, como les llaman sus opositores), ni los otros impulsaron un desarrollo sustentable y, en cambio, impusieron ideas y políticas que no evitaron las crisis y apenas lograron el magro crecimiento económico del país.
Eso sí, los hunos y los otros andan muy campantes por el mundo globalizado, disfrutando de la cíclica vida capitalista real, olvidados de Kondrátiev.